27.12.06

¿Creemos en el “mal de ojo”?

BS'D
Reproducimos un artículo de la página de www.jabad.org.ar escrito por Aaron Moss

Pregunta:
Recibí una cinta roja de regalo de una amiga- ella la llamó “pulsera de Kabala” y dice que trae éxito y protección y además resguarda contra el Mal de Ojo. ¿Esto es verdad?

Respuesta:
No hay ninguna duda que las cuerdas rojas han traído un éxito asombroso… a las personas que los venden a 29 dólares cada una. La pregunta es acerca de lo que las cintas hacen por todos los demás.

Aunque no lo encontré escrito en ninguna fuente Cabalística, el cordón rojo es una antigua tradición. Se toma un carretel de hilo y se rodea siete veces la tumba de Rajel- nuestra Matriarca- en Bet Lejem, Israel, y entonces se corta en pequeñas cintas. Se dice de esto que da protección del “Mal de Ojo” a quien lo lleva en su muñeca.

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“Mal de Ojo” es el nombre dado a la energía negativa dañina que crean las personas que miran con envidia u hostilidad a otro individuo. Se supone que el cordón rojo desvía esta energía.

Ésta es una creencia ampliamente aceptada y cualquiera sea su fuente, parece bastante indemne. Pero el Talmud dice que el Mal de Ojo puede afectar sólo a quien se preocupa por él, considerando que lo deja tranquilo si la persona lo ignora. Así que esta forma es aun más eficaz (y más barata) de evitar el Mal de Ojo: es decir, olvidarse de que existe.

Si usted está preocupado de que algún poder siniestro tiene planes acerca de usted, hay otras soluciones.

La protección más poderosa contra las fuerzas del mal, es la fuerza de la bondad. Si el cordón rojo ayuda o no, no sé, pero definitivamente no es un reemplazo para la Plegaria sincera, la caridad generosa y la conducta moral.

Es ciertamente más fácil y menos exigente comprar un simple un pedazo de cordón. Pero el mundo no mejora como resultado de ello. Hay todavía energía negativa, sólo que no lo ha afectado a uno. Pero cuando aumentamos la energía positiva haciendo actos más generosos y sagrados, en lugar de desviar esas fuerzas, las estamos combatiendo y disminuyendo su poder.

Para alguien que vive una vida ética, el cordón rojo es nada más que un accesorio.

Por Aaron Moss

26.12.06

Psicología Vs. Torá

BS'D

Por el Lic. Hernán Moshé Wahnish *

1- Introducción

Si deseamos ensayar un análisis que de cuenta de los posibles puntos de compatibilidad o disonancia entre psicología y Torá, sería necesario saber que estamos frente a dos campos cuya relación está teñida por un mar de mitos y prejuicios. Un mar conformado por psicólogos y la comunidad observante. Ambos son portadores de una amplia gama de prejuicios originados por ideas y representaciones distorsionadas, y como es sabido, la ignorancia generalmente suele venir acompañada de una cuota de soberbia. De este modo, tanto unos como otros al relacionarse con actitudes prejuiciosas y descalificantes contribuyen a producir y reproducir un círculo vicioso que dificulta la interacción.

Por esta razón el objetivo de estas líneas es presentar los supuestos “conflictos” que más frecuentemente he escuchado de ambas partes y tratar de demostrar que tales “contradicciones” son sólo producto de la ignorancia y los prejuicios.

2- Prejuicios de los psicólogos hacia los observantes de la Torá

“Viven de acuerdo a dogmas incuestionables”

“Son muy cerrados, ya que están subyugados a un conjunto de mitologías e historias fantásticas”

“No pueden pensar por sí mismos, carecen capacidad de elección y espontaneidad, ya que todo tiene que ser como y cuando la Tora lo dice; incluso hasta en lo que respecta a las relaciones íntimas”

Por un lado hay que elucidar la cuestión de qué es realmente el judaísmo; buscando las definiciones en las fuentes genuinas, la Torá.

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Judaísmo no es una religión

Si revisamos la definición de religión en cualquier diccionario dice “culto que se tributa a la divinidad”, connotando una suerte de pago que se realiza hacia Di´s. Sin embargo, en el judaísmo todas las mitzvot (mandamientos) que se realizan son para el beneficio del ser humano, no son ningún tributo a la divinidad. Los sabios místicos dicen en el Zohar (el nivel más profundo de interpretación de la Torá) “no son 613 mandamientos, más bien son 613 consejos para el bienestar del ser humano en este mundo y en el mundo venidero”

Judaísmo no se basa en la fe

No hay nada más ajeno al judaísmo que conceptos como “actos de fe”, “dogmas” y “axiomas”. Hay un dicho popular que versa “creer significa no saber”. Cuando alguien dice “yo creo en Di´s”, no hay certeza. El judaísmo no pretende que la persona acepte a priori sin ningún cuestionamiento la existencia de Di´s y que la Biblia es sagrada, y hay una cantidad de referencias que hacen alusión a esto. El Rambam, Maimónides, en su obra cumbre el “Mishne Torá”, empieza diciendo: “El fundamento de los fundamentos y la columna vertebral sobre la que se reposa el Judaísmo es el daat”(el daat es un verbo que se refiere al ejercicio racional como método del conocimiento). Por lo tanto el objetivo es saber que Di´s existe y nunca creer ciegamente. Entonces llamarlo “una cuestión de fe” al judaísmo es desmeritarlo, cuando lo que pretende es que el ser humano analice racionalmente la existencia de Di´s, así como las evidencias de tipo científicas del origen divino de la Torá, y de ningún modo que acepte al judaísmo como dogma.

Ahora vamos a ajustar nuestros lentes para introducirnos en otro punto crucial que funciona como disparador de prejuicios en profesionales que no poseen un conocimiento serio de Torá ni un entrenamiento adecuado.

Esto lo encontramos en los recovecos más íntimos de la subjetividad del psicólogo; es decir, en su sistema de valores y creencias personales. Estos factores entran en juego cuando el profesional al tomar contacto con un paciente observante se encuentra frente a una persona que posee una cosmovisión casi diametralmente opuesta a la propia. Esto naturalmente le dispara una serie de pensamientos y emociones ambivalentes.

Toda esta dinámica de consonancias y disonancias se multiplica cuando el profesional es judío, ya que se suma un elemento identificatorio importante que le resuena en su interior: “¿Acaso él es más judío que yo?” “Si él tiene razón en su modo de vida…¿ entonces yo estoy equivocado?”

Estos elementos se tornan muy obstaculizantes para el profesional, que si bien sabe a escala teórica que debe reconocer y trabajar estas emociones y pensamientos, en la práctica se torna sumamente ingobernable.

Además, al profesional nutrido de las diversas corrientes psicológicas que surgieron en occidente, en un mundo cada vez más globalizado, homogeneizado y uniformado en cuanto a valores, creencias y modos de vida, le resulta a veces imposible distinguir los parámetros de normalidad-anormalidad, salud-enfermedad implícitos en las teorías psicológicas.

Estas confusiones se deben en gran medida a que en los manuales psiquiátricos (D.S.M IV) utilizados como modelos para clasificar los trastornos mentales, se apoyan en valores que están determinados por un factor cuantitativo; esto quiere decir que lo común y mayormente aceptado para la época, se asocia directamente con lo “normal”. Para poner un ejemplo, el caso de la homosexualidad es muy ilustrativo; en ediciones anteriores de los manuales se la clasificaba como una disfunción sexual, pero cuando la población “estándar” (el consenso social) ya no la interpreta como algo negativo, entonces deja de figurar en las nuevas ediciones del manual como una perversión y pasa a ser una elección posible y sana.

Siguiendo esta línea, si un paciente observante se presenta con alguna de estas cuestiones dilemáticas, el terapeuta no entrenado considerará como valores y patrones “normales” los que son estándares corrientes en el momento presente y “anormales” o “inadaptados” los que se desvíen de esos parámetros. Por lo tanto naturalmente el tratamiento estaría direccionado por determinados valores actuales, muchas veces contrarios a la Torá. Lo que es necesario e interesante recalcar es que estas consideraciones realizadas por el terapeuta son efectuadas de un modo inadvertido, ya que le otorgan significado a la realidad de acuerdo a sus mapas mentales arraigados y cristalizados en su persona. De ahí surge la dificultad para no quedar encandilado por los propios prejuicios al vincularse con un paciente observante.

3- Prejuicios de los observantes hacia la psicología

Los prejuicios y estereotipos que suelen tener en la comunidad observante se dividen en dos grupos. El primero se caracteriza por descalificar tanto a la psicología como a los psicólogos y el segundo grupo considera que no es necesaria la psicología.

Primer grupo:

“Los psicólogos están en contra de la Torá

“No mandamos gente a los psicólogos porque los hacen dejar de cumplir Torá”

“Freud era un pervertido y todas sus teorías son kofrut” (enemigas del judaísmo)

En primera instancia, se puede decir que todos estos prejuicios están sustentados por un desconocimiento o en un entendimiento distorsionado de las teorías psicológicas. Por eso para derribar estos falsos supuestos es necesario arrojar luz sobre algunos lineamientos generales de la psicología en general.

Más allá de definir cómo las distintas teorías psicológicas (Psicoanálisis, Cognitivismo, etc.) conciben al ser humano, y si a partir de ello entran en conflicto con la Torá, o no; vamos a eludir esa cuestión dejándola para un futuro análisis, y abordaremos directamente lo que ocurre en la práctica clínica.

Las técnicas de tratamiento psicológico son, como lo sugiere el nombre, herramientas de trabajo y por lo tanto no tienen la intención de transmitir o impartir valores morales. Los terapeutas tienen instrucciones precisas de no anteponer sus valores personales a los del paciente y de tomar como referencia los modos de vida y hábitos propios de la comunidad en la cual el paciente está inmerso. Por lo tanto, vemos que a priori no se presenta ningún conflicto entre la psicología y la Torá.

Los conflictos pueden presentarse cuando el terapeuta pierde la neutralidad (posiblemente por los motivos descriptos con anterioridad) y comienza a introducir valores personales en la terapia. Por ejemplo si un profesional atiende a un baal teshuvá (retorno a los valores tradicionales de la Torá) y éste le comenta que decidió no mantener relaciones íntimas hasta el matrimonio, el terapeuta no debería calificar esta costumbre como “extremista”, ni buscar las causas de este hábito en un supuesto “conflicto sexual no resuelto que lo condujo a una inhibición severa”, sino más bien debería acompañar a su paciente en su camino elegido. Pero lo importante de subrayar es que a pesar de escucharse casos como estos, no son un argumento suficiente como para sostener la incompatibilidad entre la psicología y la Torá, ya que se tratan de errores cometidos por los psicólogos y no por la psicología en sí misma.

Por eso es necesario siempre hacer esta distinción y no confundir a la psicología (como ciencia) y el proceder, a veces equivocado, de algunos psicólogos.

Una vez superados estos puntos que aparentaban presentar roces, podemos dar un paso más y acercarnos al segundo grupo de prejuicios.

Aquí se desestima a la psicología tildándola como innecesaria, por ejemplo:

“La mejor psicología es la Torá

“Si uno sigue la Torá no debería necesitar un psicólogo”

“No tiene ataques de pánico, lo que tiene es poca emuná”

Para derribar estos prejuicios, es necesario adentrarnos en lo que dicen las autoridades actuales con respecto a cuándo de debe consultar a un profesional en psicología. Tal como lo explica el Dr. Rab. Twersky, una de las figuras más reconocidas sobre psicología y Torá, en su libro “Hagamos un hombre” (Ed. Yehuda, Bs.As. 1996) “El hecho de que la Torá exija que uno busque tratamiento competente para las enfermedades significa que aunque recemos a Di´s pidiendo ser sanados, no debemos descartar la ciencia de la curación común. La enfermedad psicológica no es una excepción y cuando existe una enfermedad emocional legítima que puede responder a un tratamiento adecuado, debe optarse por este último”.

4- Conclusión

Hemos expuesto los mitos, estereotipos y prejuicios que con mayor frecuencia se presentan de uno y otro lado; enunciamos la hipótesis de que éstos se originan en gran medida por falta de conocimiento o por modos inadecuados de comprender determinados aspectos claves de ambos campos. Luego tratamos de introducir la información necesaria para encontrar perspectivas alternativas que permitan superar los supuestos “conflictos”. Así pudimos dilucidar que no se trataban de “conflictos”, sino más bien de una profunda ignorancia nunca advertida por las partes.

*Licenciado en Psicología Universidad de Bs. As. Terapeuta del Centro Neshama y de Guemilut Jasadim

13.12.06

El valor de educar

BS’D
Publicamos un artículo escrito por Natalio Steiner, Co-director de la publicación Comunidades

"No creo que la amenaza a nuestro porvenir este en las bombas ni en los proyectiles dirigidos. No me parece que esta, nuestra civilización, morirá así. Opino que se extinguirá cuando a nosotros nada nos importe; cuando mueran en el hombre las fuerzas espirituales que le hacen acatar la razón y proceder con nobleza. 19 de 21 civilizaciones notables han muerto por causas internas y no por conquista exterior. No decayeron al son de trompetas y al ondear de banderas sino en el silencio y la oscuridad sin que nadie se de cuenta de ello". Esta magnifica cita corresponde a un artículo del educador británico Lawrence Gold, publicado en 1959 en la revista Selecciones.

Esta reflexión general bien podría llevarse al campo particular del pueblo judío.¿Bajo que sones se perderá la civilización judía? ¿Bajo que trompetas caerá un pueblo milenario?. La asimilación, la desjudaización, ese enemigo silencioso y al acecho del que nadie quiere hablar, es la amenaza global más grande a la condición judía.
En no pocas veces que he viajado al Interior a dar conferencias, algún orgulloso dirigente me empieza a hablar de su abuelo que era un prestigioso rabino. "No me hable de su abuelo", le digo, "hableme de su nieto". Los judíos tenemos la pasión de anclarnos en el pasado olvidando el futuro.

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La Hagada de Pesaj nos habla de los famosos cuatro hijos, entre ellos el que no sabe que preguntar(sobre su tradición). En verdad hoy debiera hablarnos no de este hijo, ya que los hijos preguntan, sino de los padres que no saben lo que responder (sobre judaísmo). Es este un símbolo de la época: no conocer la identidad, licuarla, diluirla. Todo da lo mismo.

¿Serán judíos nuestros hijos y nietos?. Esta es la pregunta central que como judíos debemos resolver. 2.000 años de persecución quedaron atrás (aunque el antijudaísmo no desapareció) y ya no somos más judíos porque hay antisemitas que nos recuerdan nuestra identidad. Antisemitismo hay y habrá pero el problema es educativo. Como padres debemos preguntarnos:¿Para qué ser judíos?¿Por qué hay que estudiar para ser judío? y como docentes nos deberíamos preguntar ¿por qué nuestros jóvenes abrevan antes en culturas ajenas que en la propia? La festividad de Januca, palabra cuya raíz hebrea proviene de educación,es oportuna para pensar en esto. El ex gran rabino de Israel, el rabino Israel Meir Lau dijo una frase muy impactante hace ya varios años luego de visitar Argentina: "La generación anterior sabía rezar pero no lo hacía; hoy aunque quisieran, no sabrían". El mal llamado judaísmo laico le ha quitado al judaísmo su tradición y lo dejó desnudo de preceptos propios. Hoy pagamos las consecuencias.

Existen judíos en más de 150 países del mundo y el 90% de ellos viven concentrados en 22 países democráticos. El 50% en 10 grandes núcleos urbanos. Las únicas comunidades del mundo que crecen judaicamente son las de Canadá, España, México, Alemania e Israel. Las primeras cuatro por causas migratorias y la última por mayoría judía obvia. Es evidente que esta declinación judía debe combatirse con una educación judía desde las fuentes y que tenga como eje el hogar, la comunidad y el estado judío. El judaísmo es una forma de vida y el judío debe adaptarse a los desafíos pos-modernos sin cortar raíces. Un árbol con raíces fuertes resiste el temporal más violento. En este siglo signado por la globalización será judío sólo quien elija serlo y lo ejercite. Ya no alcanza con el sentimiento sino hay vivencia tradicional.

El secreto de la supervivencia judía han sido cuatro mil años de equilibrio entre tradición y cambio. No hay formula mejor. Es hora de implementarla.

Januca Sameaj; que el aceite de la continuidad judía continúe ardiendo.

23.11.06

Ranking

BS'D
Hacer teshuvá no es fácil para nadie. Ni para uno, ni para la gente que nos rodea. Nos ven que cambiamos, que estamos cambiando. En este proceso no faltan las opiniones. Las reacciones son variadas. Algunos intentan polemizar, otros nos quieren abrir los ojos. También están los que callan y los que nos aceptan en este nuevo camino. Los que nos aceptan e igual nos hacen preguntas. Este es un listado de las frases que más se escuchan cuando uno se acerca a estudiar Torá.
Votá, sugerí, discutí. Bienvenido al Ranking.

1- Te lavaron la cabeza
2- Se creen los dueños de la verdad
3- Si a vos te hace bien...
4- Los extremos nunca son buenos
5- ¿Y tus hijos van a poder elegir?
6- ¿Hasta dónde pensás llegar?
7- ¿Qué? ¿Ahora vas a usar peluca?
8- No necesito comer kasher para sentirme judío
9- Los religiosos tiran piedras.
10- No quiero vivir limitado

La gente los pidió y los sumamos al Ranking:

11- Se metió en una secta.
12- Pobrecito, es que tuvo un problema familiar y se tuvo que aferrar a la religión.
13- ...uyyyy,pobre los padres!
14- Pobrecito, no tiene personalidad, le pregunta qué hacer en todo a su Rab.
15- Cada uno con su verdad...

22.11.06

Recomendados

BS'D
En internet está circulando este video sobre los judíos y el judaísmo.
Durá 7 minutos aprox.

21.11.06

Multiple Choice: Relación de Pareja

BS’D

Tu mujer quiere empezar a cubrirse la cabeza, ¿qué hacés?
A- Le regalás una peluca para el cumpleaños.
B- Le decís: Bueno, bueno, bueno. ¿Cuál es el apuro?
C- Le decís: ¿Qué? Si cuando yo te conocí usabas las trencitas que te hiciste en Punta Cana.

Tu pareja te plantea comer queso kasher, ¿qué decís?
A- ¡Qué bueno! Vamos a poder elevar la kedushá de la casa.
B- ¿Y cómo hacemos si nos invitan a comer afuera?
C- ¿Qué tiene el queso?

Tu marido te dice que quiere estudiar más Torá, ¿qué decís?
A- ¡Baruj Hashem! Me tocó un Tzadik. Mientras otros se preocupan por la plata vos pensás en cómo crecer como persona.
B- ¿Más clases? Si así estamos bien.
C- ¿Por qué en lugar de estudiar más no pensás en ganar más plata?

Tu pareja te propone los domingos ir a un club de gente observante, ¿qué decís?
A- Qué bueno, empezar la semana en un ambiente de Torá.
B- ¿El domingo también tenemos que estar con religiosos? ¿Cuándo me vas a dar un respiro?
C- Vos andá al club. Yo me voy a la cancha.

Leer los resultados


Mayoría de respuestas A:
Con vos se aplica el versículo que dice: “Y serán un solo cuerpo”. Tu pareja y vos están en perfecta sintonía. Esperamos muy pronto poder asistir a sus charlas de Shalom Bait (armonía en el hogar).

Mayoría de respuestas B:
Cumplís Torá y Mitzvot pero no te sentís religioso. Te gusta el paso a paso pero para el siguiente, querés tomarte tu tiempo. Aprovechá la fuerza de tu pareja para seguir creciendo espiritualmente.

Mayoría de respuestas C:
Tu pareja está trayendo ideas nuevas. A no desesperar. Aunque lo parezca, que quiera incorporar Torá no quiere decir que te quiere complicar la vida. Ir a una clase de Torá te puede ayudar a entender qué es lo que le está pasando. Si tu pareja suma espititualidad, el primer beneficiado vas a ser vos.

16.11.06

Más allá del Guefilte Fish y la sopa de pollo

BS’D
Publicamos un testimonio hermoso, escrito por Anita Ehrlich*, donde explica por qué empezó a cuidar el Shabat.
El artículo es bastante extenso. Aconsejamos imprimirlo para poder leerlo más cómodo.
(Artículo extraído de Jabad Magazine, www.jabad.org.ar)

Shabat fue siempre una palabra que yo había asociado a la historia antigua. Bueno, no realmente a la historia antigua, pero muy ciertamente a la Europa de pre-guerra. Jamás había invertido mucho tiempo en pensar acerca del Shabat, pero si hubiera tenido que contarle a alguien acerca de éste, lo mejor que hubiera hecho sería describir una escena de una mujer matronal, algo corpulenta, con ojos relucientes y un largo pañuelo blanco de seda cubriendo su cabeza, de pie con las manos dando vueltas ante dos velas encendidas en ornamentados y pesados candelabros de plata y un coro cantando algo shmaltzy en el trasfondo. ¡Sí, es la escena sabática de El Violinista Sobre el Tejado!

Recuerdo claramente haberme conmovido mucho con esa escena. Algo se movió muy profundamente dentro de mí cuando esa corpulenta mujer había mascullado en hebreo y el coro cantaba las palabras: "Que el Señor te proteja y defienda". En mis ojos aparecieron lágrimas. Había sentido un calor interior --me sentí muy "judía"-- y ligeramente complacida a causa de mi reacción, pero... también había gritado realmente en la escena de despedida en Madam Butterfly. ¿Me hizo eso japonesa?

El concepto de "el Shabat" como un día de descanso era algo con lo que simplemente no podía relacionarme personalmente. No se ajustaba a mi estilo de vida. No estaba cansada. No necesitaba descansar. Toda la semana me dedicaba a mi trabajo, enseñando literatura y composición inglesa en una universidad local, y los fines de semana, especialmente el sábado, era cuando podía hacer todas las cosas que quería hacer: coser, ir de compras, cabalgar en el verano, esquiar en el invierno.

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La razón de que yo había comenzado a pensar en el Shabat en principio se debía a que recientemente me había encontrado con una joven pareja de Lubavitchers, y tras conversar un poco con ellos me sugirieron que fuera a pasar un Shabat en su casa.
Asentí vagamente, preguntándome todo el tiempo a qué me estaban invitando. ¿Cuánto tiempo duraba Shabat? Me explicaron pacientemente que el Shabat judío comienza con la puesta del sol del viernes, se bendicen las velas, se hace kidush y luego viene el hamotzí. Yo no sabía realmente qué significaban estas palabras. Después de preguntas más incisivas de mi parte y las muy pacientes explicaciones suyas, decidí que sólo iría para la noche del viernes. Sonaba a diversión. Habría velas encendidas en la sala (cosa que yo siempre había considerado muy elegante), beberíamos un trago y luego pasaríamos a la cena. Podía arreglármelas con eso; estaba siendo invitada a una cena judía.

Pronto me enteré, sin embargo, que era una cena con una diferencia. El objetivo aquí no era que la anfitriona luciera sus habilidades culinarias en la creación de platos que sonaban esotéricos, ni para alardear con su casa, ni para ser admirada por la mezcla ecléctica e interesante de invitados. El foco de atención aquí era, más bien, la apreciación de cosas menos egoístas, de cosas mayores que uno mismo, una apreciación del Creador y el universo maravilloso que El había creado. Debo admitir, con toda honestidad, que nunca antes de ese momento pensé en las cosas de una manera tal.

Todos los rituales de esa noche estaban encaminados al fin de la gratitud. La bendición de las velas era para agradecer a Di-s por haber creado el Shabat y ordenado su observancia. El kidush era una bendición sobre una copa de vino (y no un aperitivo como originalmente había pensado) cuyo propósito era agradecer a Di-s por haber creado "el fruto de la viña" de modo que mediante ella otras cosas pudieran ser santificadas. Ciertamente yo me podía relacionar con el hecho de que el vino fuera bebido en ocasiones felices y servido para hacer a la gente todavía más feliz. El hamotzí era otra bendición recitada después de un ceremonioso lavado de manos y antes de degustar del pan.

Estos rituales fueron seguidos por el tipo de comida tradicional que me hizo sentir nostalgia de mi abuela. El pan que había estado cubierto por un paño intrincadamente bordado era una hogaza casera trenzada más deliciosa que cualquier cosa que probara alguna vez. Ninguna otra anfitriona se había molestado como para ir tan lejos y hornear su propio pan por entero. ¡Carne Wellington a la Niña Julia, sí! ¿Poulet en brochet? ¡No hay problema! Pero hornear el pan propio... nunca se le ocurrió a alguna de mis anfitrionas anteriores.

Además del menú, el progreso de la cena misma también fue diferente en que los platos eran intercalados con pequeñas charlas sobre diversos aspectos del judaísmo, especialmente la importancia de observar el Shabat, y cómo lo que hacíamos, e incluso lo que comíamos (los dos panes que conmemoraban el hecho de que cuando los judíos marchaban por el desierto sólo podían recoger el maná suficiente para un único día, y cualquier cosa adicional se estropeaba, pero el maná que juntaron el viernes milagrosamente bastaba también para el día siguiente) estaba relacionado con el momento en que Moshé recibió los Mandamientos, uno de los cuales era "recuerda al Shabat para santificarlo".

Debo confesar que encontré todo esto fascinante. Nunca me había dado cuenta de que observar el Shabat era uno de los Diez Mandamientos. No matarás, no robarás, esos conocía. Hasta conocía el de no codiciarás a la esposa de tu vecino (o algo por el estilo) pero nunca se me había ocurrido que el Shabat fuera tan trascendental como para ser uno de los diez más importantes principios sobre los que se basa toda la civilización.

Además de que la comida era deliciosa y abundante y de que hubiera un orden específico que regía el desarrollo de la cena, el ambiente de la velada fue delicioso de una manera que nunca conocí. Ya había estado en fiestas y brindis realizados para ocasiones específicas como la apertura de una galería o la presentación de un autor exitoso, y en esas oportunidades la mayoría de los invitados estaba sentada con bebidas en sus manos, sonriendo rígidamente unos a otros, con pequeñas conversaciones y clasificándose mutuamente. Estas fiestas generalmente no eran divertidas, pero era chic estar invitada, de modo que iba. Las cenas a las que había asistido anteriormente tenían todos los adornos de una atmósfera más relajada pues eran en la casa de alguien, pero también allí la gente estaba, en su mayor parte, en guardia social, tratando de impresionar a las persona junto a las cuales estaba sentada. Siempre era un enorme alivio irse.

Sí, fui a fiestas en las que la única meta era divertirse pero, a decir verdad, siempre sentí que cada uno estaba trabajando muy duro intentando demostrar que se estaba divirtiendo más que el otro tipo.
Mi cena de Shabat fue definitivamente diferente.

Cuando me puse a pensar, después, pude identificar la diferencia como una ausencia total de exigencias y tensiones. Nadie había tratado de impresionar a nadie, si buen algunas de las personas presentes podrían haberlo hecho cuando quisieran: había un Ph.D en medicina pública, un corredor de acciones (que, me enteré después, ganaba una cifra de seis dígitos), un analista de sistemas, apenas para mencionar a algunos. Estas personas estaban sentadas junto a estudiantes universitarios y de escuela secundaria de edades diversas.

Por lo que pude notar, estaban representados todos los niveles de observancia religiosa, desde aquellos que obviamente eran invitados frecuentes en el hogar de nuestros anfitriones y sabían qué era lo que estaban haciendo, llegando hasta mí, que lo observaba todo con ojos bien abiertos, tratando tanto como me fuera posible parecer indiferente y esperando no estar haciendo el papel de tonta. Nadie me hizo sentir incómoda. Por el contrario, todos fueron muy cálidos y receptivos.

Hacia el fin de la cena nuestro anfitrión comenzó a cantar una hermosa y contagiosa canción. Los invitados captaron pronto la melodía y las palabras, y repentinamente me vi arrastrada a aún otro aspecto de esta notable cena de Shabat: ¡un coro casero, espontaneo! Todas las canciones eran en hebreo y todas, de una manera u otra, estaban relacionadas con el Shabat. Estas zemirot, como descubrí que se llamaban, también fueron intercaladas con pequeñas historias y comentarios filosóficos que a veces llevaron a preguntas y respuestas. Cuando pareció crearse un claro en la conversación, alguno siempre iniciaba otra canción. Entonces se sirvió licor, se brindó "¡LeJáim!", y yo comenzaba a sentirme como una Alicia que había caído por un hoyo judío de conejos hacia un mundo mágico totalmente nuevo.

Justo comenzaba a sentir que la comida y las historias seguirían indefinidamente cuando se repartieron pequeños cuadernos para el Birkat HaMazón. La mayoría de la gente cantó las palabras hebreas de este cuadernillo al unísono con una hermosa melodía. Yo leí trozos del texto en inglés agradeciendo a Di-s por habernos dado el alimento que habíamos comido y por todas las demás numerosas bendiciones que El nos ha concedido.

A eso de la medianoche la gente se levantó para irse. Tomaron sus abrigos y desearon uno al otro Shabat Shalom. Sentí urgencia por regresar a la semana siguiente, la semana después, y la semana después de ésa, y mientras caminaba la cuadra y media hasta donde había estacionado mi automóvil, sentí que no quería irme a casa, no aún. Debo haber caminado alrededor de la manzana 3 o 4 veces simplemente pensando sobre todo lo que acababa de experimentar.

Mirando atrás, algo que me impresionó mucho era que esta gente, que me había invitado a su hogar (y por extensión los demás judíos observantes) eran muy conscientes de cada aspecto de sus vidas, los sucesos de su día, el alimento que comían, las ropas que vestían y hasta en gran medida sus pensamientos.

A primera vista esta suerte de conciencia comprensiva podría parecer muy rígida y embotadora, y estoy segura de que existían aquellos que dirían que todo esto era muy interesante, pero no para ellos. A ellos les diría que le dieran otra, larga, mirada honesta.

El hecho es que mucha gente --hasta me aventuraría a ir tan lejos como para decir que la mayoría-- vive sus vidas inconscientemente. Aquellos que intentan ser conscientes de las cosas y tratan de controlar la dirección de sus vidas lo hacen porque quieren mejorarse a sí mismos y a la calidad de sus vidas. Pero estas personas, entre las que me conté a mí misma, se esforzaban por el mejoramiento propio perfeccionando su golpe de tenis, su balanceo en el golf, su juego de naipes. Aquellos de mi círculo que habían evolucionado más allá de ese nivel, al grado de estar trabajando en desarrollar sus mentes, tomaban clases de arte oriental, el desarrollo de Urdu o los principios de la astrología. Yo misma había tratado de cubrir todas las bases trabajando muy duro sobre mi forma de esquiar y obtener un doctorado en estéticas del siglo XVIII.

No me malentiendan. No denigro de manera alguna mis muchos logros hasta ese momento (aunque sí deseo que alguien me hubiera dicho mucho antes que jamás llegaría a los juegos olímpicos). Sólo que después de un tiempo me golpeó como un relámpago que yo y mucha de la gente que conocía nos esforzábamos mucho, en un área u otra, para lograr pericia o excelencia académica en una habilidad, y a nadie le preocupaba en absoluto su crecimiento o desarrollo como ser humano. El corolario fascinante a todo esto es que, al mismo tiempo, muchas de estas mismas personas estaban en terapia. Sabían que precisaban alguna dirección, alguna orientación en sus vidas, y estaban pagando a alguien cualquier cosa entre $50 y $100 por hora para que les dejara hablar de cuán infelices se sentían. Forcejaban emocionalmente, lo que con frecuencia significa espiritualmente, aunque a los terapeutas no les guste usar ese término.

No estoy segura de que todo esto se hubiera filtrado realmente en mi conciencia en esa velada, pero sí sé que mis pensamientos regresaron a menudo a esa noche en el curso de las semanas siguientes.
Mi amigos de Lubavitch, en efecto, me llamaron para invitarme nuevamente, pero el próximo viernes por la noche iba a un concierto y el viernes siguiente a ése tenía planes de ver una película. Prometí volver al tercer viernes.
Fui recibida como una vieja amiga. Todos parecían tan contentos de verme como lo estaba yo de estar allí. Esta vez tenía más noción de lo que iba a pasar y qué esperar y, debo confesarlo, hacia el fin de esa velada sentí que de algún modo me gustaría que el Shabat fuera parte, una parte más regular, de mi vida. Me sentí un poco como regresando a casa, al lugar donde uno puede quitase los zapatos ajustados, recostarse, dar un suspiro de alivio y relajarse. Por supuesto, sabiendo tan poco salvo de que me gustaba esta celebración y esta gente, tenía que aprender qué hacer y por qué se hacía, pues entendía que cualquier cosa hecha sin comprensión no duraba mucho.

Y así fue.
Con cada clase que tomé y cada mesa festiva y de Shabat a la que me senté, sentí un nexo mayor, no solamente con estos nuevos amigos, sino, bastante curioso, con mis padres, mis abuelos, mi herencia judía como un todo, y me sentí orgullosa con el pensamiento de que algún día habría de forjar un eslabón entre ellos y futuras generaciones de judíos observantes, una cadena de la que tan cerca había estado de quebrar.

Pero aceptar los amplios conceptos filosóficos del judaísmo no era tan difícil como tratar de "observar el Shabat" a un nivel individual y personal. La primer cosa que decidí hacer era ir al "shul", la sinagoga, el Shabat por la mañana. Yo seguía siendo demasiado tímida u orgullosa como para aceptar invitaciones para pasar la noche, y había decidido tratar de evitar conducir mi automóvil en Shabat.
La siguiente cosa que traté de hacer para mi propio Shabat era encender las velas el viernes de tarde. Me encantaba el resplandor que esparcían por la sala y la manera en que me sentí cuando las encendí y recité la bendición. Sí, parecía un poco una versión moderna de la matrona de El Violinista Sobre el Tejado, esperando tener el derecho de decir, como lo hizo ella en la obra, "Que el Señor me proteja y me defienda... también a mí". Pero encender las velas en el momento apropiado, dieciocho minutos antes de la puesta del sol, me llevó un tiempo. Pedí al presidente de mi departamento que no me programara ninguna clase para muy avanzada la tarde del viernes, y eso ocasionó un poco de problemas.

Después de mantenerme firme, mi pedido fue aceptado. Así que ahora podía encender las velas en el tiempo correcto, pero eso no significaba que me quedara en casa después. Esa era la siguiente cosa que tenía que hacer, porque nunca pude disfrutar de un concierto el viernes por la noche después de eso. La imagen de las dos fulgurantes velas estaban constantemente en el ojo de mi mente. La primera vez que rechacé una cita un viernes por la noche, explicando que debía quedarme en casa para la observancia religiosa, ¡me sentí bárbara! Casi había quebrado realmente el hielo, sólo para tener segundos pensamientos cuando después de encender las velas me senté para cenar sola. No es que deba tener compañía en cada comida, pero esto no era lo que se suponía que el Shabat debía ser; extrañaba aquel sentimiento festivo. Hice lo mejor que pude, pero me sentí muy agradecida cuando sonó el teléfono.

De ahí en más, traté de hacer el Shabat un poco más festivo. No era algo a lo que renunciaría sin aplicar el viejo tesón universitario. Cociné algo especial el jueves por la noche y puse un mantel blanco y mis mejores platos en mi pequeña mesa de cocina. Pero, a decir verdad, mis esfuerzos sólo sirvieron para exacerbar esa sensación de "bien vestida y ningún lugar para ir". Estaba en un serio aprieto, porque cada vez más sencillamente me parecía errado e hipócrita encender la T.V., contestar el teléfono o sacar aguja e hilo. En cambio, tomaba una gorda novela, una cuya lectura había dejado de lado pues sabía que nunca tendría suficiente tiempo de paz como para meterme en ella realmente. Pues bien, ahora disponía del tiempo, una abundancia de tiempo -- toda una velada, de hecho, de modo que me sumergí en las páginas de una extensa saga familiar.

Mi mente, sin embargo, no se quedaba mucho tiempo acompañando las vicisitudes de la vida de esa familia en particular. Mis pensamientos seguían volviendo a mi vida y a lo que yo estaba haciendo con ella. Me surgieron muchas graves preguntas filosóficas, pero básicamente se reducían a: ¿Qué quería yo de la vida, y cómo debía proseguir para conseguirlo? Si formular meramente las preguntas llevaba horas, contestarlas llevó muchas semanas, porque era sólo en retrospección que yo podía ver qué había estado sucediendo todo el tiempo.

Quería, pienso, lo que casi todos los demás quieren de la vida: ser felices y hacer lo correcto. El gran problema surgió cuando pensé cómo lograr esta meta. Me era obvio que la mayoría de lo que había estado haciendo hasta casi poco tiempo había sido contraproducente. Antes de encontrarme con el judaísmo, yo era la primera en admitirlo, había estado viviendo mi vida superficialmente, confundiendo actividad con significado, forma con sustancia. Después de mi introducción al Shabat, sentí que había recibido un precioso regalo. Mi vida estaba nuevamente en mis propias manos en el sentido de que ahora era mi elección, más que la presión de compañeros, qué haría con ella. Había sido capaz de detener el perpetuo carrusel y revaluar las cosas. Era libre de escoger y orientar, y elegí el judaísmo. Definitivamente parecía haber un anhelo por todo eso que había visto y oído hasta entonces. ¿Por qué, entonces, estaba sola las noches del viernes y durante el sábado, en Shabat? La respuesta era que se trataba realmente de algo que yo había estado haciéndome a mí misma.

Cuando había sido totalmente no-observante, esos viernes por la noche en el hogar de mis amigos de Lubavitch habían sido tan interesantes, cálidos e invitadores. Una vez que sentí que realmente no debería conducir mi automóvil de aquí para allá, me había impuesto el aislamiento, porque no quería pasar la noche allí. Las razones eran muchas: no quería abusar de su hospitalidad; no quería aceptar todo de una vez; no sentía ganas de empacar una maleta; no estaba segura de que mis ropas eran las apropiadas; ellos verían que yo no sabía qué estaba haciendo, etc. Una legión de razones espurias, que exigieron un salto de fe para ser superadas. Luego, todo anduvo bien. Aún seguía sin ser fácil, pero al menos estaba en la senda correcta y no más forcejando.

Busqué a una de las mujeres de aproximadamente mi edad, a quien había visto en la casa de mis amigos en muchos de aquellos hermosos viernes por la noche, y comencé a hablar con ella, a contarle qué pensaba y sentía. Resultó que también ella había tenido miedos y experiencias similares. Nos reímos mucho de ello y nos volvimos amigas. Y ella me explicó muchas cosas: yo no me estaba abusando de nuestros anfitriones de Lubavitch; ellos me habían invitado. No tenía que aceptar todo de una vez -- esa era una carga demasiado pesada para cualquiera. Era más preferible que comenzara lentamente, para que lo que aprendiera pudiera ser plenamente comprendido, digerido y asimilado. Mis ropas, con leves modificaciones, estaban en orden, pero sí, tendría que empacar una maleta o al menos un bolso. Y nos reímos nuevamente.
Encontrar una amiga y darme cuenta de que el Shabat no exigía ser practicado en aislamiento fueron los dos pasos más importantes en el proceso de introducir significado a mi vida.

El judaísmo es una religión social. El ascetismo no es fomentado. Uno puede rezar solo, pero la plegaria colectiva es más eficaz. Y, finalmente, uno puede pasar el Shabat solo, pero no se acerca en nada a un hermoso y significativo Shabat compartido con otros, sea como invitada en el hogar de otros, como lo fui tan frecuentemente, hace muchos años, o teniendo invitados en la mesa propia, como tengo el privilegio de hacerlo ahora.

Tienes que saber cómo hacerlo y entonces hazlo bien para merecer el tipo de paz que viene con el Shabat. No fue fácil, pero para mí valió la pena.

* Anita Ehrlich es una escritora independiente sobre temas vinculados al judaísmo. Su objetivo principal es criar a sus cuatro niños.

13.11.06

¿Qué es lo que más disfrutás desde que te acercaste a la Torá?

BS'D
¿Qué es lo que hace que una persona deje de jugar al fútbol los sábados y elija quedarse en su casa?
¿Por qué alguien decide ir a la noche a escuchar una charla de Torá en lugar de quedarse calentito en su casa mirando la televisión?
¿Cómo puede ser que una persona elija dejar de comer lo que quiere para comer solo alimentos kasher?
Seguramente no hay solo una respuesta. Sino muchas.
Contanos que es lo que te motivo a cambiar y qué es lo que más disfrutás de todo lo que incorporaste desde que te acercaste a la Torá.

31.10.06

Rezar en Lavalle y Florida

BS´D
Cuando empecé a estudiar Torá hubo algo que creí que sólo lo podía hacer la gente que estudiaba todo el día: el rezo de Minjá con minián. Al trabajar en relación de dependencia la Tefilá más difícil de hacer es la de la tarde. A veces no se puede rezar en privado o es un lujo contar con nueve personas más.

El primer rezo que incorporé en mi vida fue el Shemá de la noche. Después compré unos Tefilín y empecé a rezar a la mañana. Pasar de nada a 2 rezos me parecía más que suficiente. Minjá era algo imposible. Hasta que cambié de trabajo. De un barrio de la Capital tuve que ir a trabajar al Centro. No me gusta el Centro. Como en cualquier ciudad del mundo al único que le gusta el centro es al turista. Es gris, lleno de oficinas, con gente a las corridas. El Rab de la Comunidad donde estudio me comentó que había un minián en Florida y Lavalle, en una galería. Y es en ese preciso momento donde las cosas vienen servidas en bandeja donde surgen todas las dudas. ¿Cómo voy a hacer para cortar el trabajo, rezar y volver? No me va a dar el tiempo. ¿Cómo es el rezo de la tarde? No voy a conocer a nadie. Si voy una vez, ¿voy a tener que ir todos los días? Mis ganas de ir se juntaban con mis miedos que hacían que pensara que era mejor dejar la idea para cuando supiera más sobre la Tefilá.

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Hasta que me puse un objetivo que podía alcanzar. De querer ir todos los días pasé a conformarme con ir una vez por semana. Di el primer paso. No fue fácil. Estaba seguro que con una mirada fugaz la gente podía percibir que yo no era del palo de los que hacen Minjá con minián. Al ser un visitante ocasional nunca daba el salto a miembro del elenco estable. Ese círculo vicioso hacía que mis visitas siguieran siendo irregulares. Entró a trabajar conmigo un amigo con el que estudiamos juntos. Y él empezó a ir al minián como si fuera lo más normal del mundo. Para mí todo cambió. Ir con alguien no era lo mismo que ir solo.

No es que a partir de ahí empecé a ir todos los días. No soy una persona de cambios bruscos. Me reafirmé en el hecho de ir una vez por semana. Pronto me plantee ir tres veces y alguna más si podía pero prefería estar por encima de la promesa que estar en falta. Hasta que en un momento tomé la decisión más sana: dejé de hacer cuentas. Con todas sus dificultades me gustaba ir a hacer Minjá. Así que decidí ir siempre que pudiera. Esa decisión me abrió otra perspectiva.

Desde el momento en que me relajé pude apreciar cosas que siempre habían estado ahí pero yo no las veía. Dejé de mirar mi ombligo y miré a mi alrededor. Empecé a generar un vínculo con la gente. Y descubrí que no es gente que estaba esperando el mínimo error para amonestarme. Son personas que, como yo, trabajan en el Centro y necesitan un lugar para hacer Tefilá. Está el Rab Bassul que viene especialmente para dar un breve Shiur sobre Shemirat Halashón y la Parashá de la semana. Hay una persona que cede la oficina en forma anónima para que hagamos Tefilá. Hay alguien que llega más temprano y ordena las sillas. Hay un Jazán oficial y varios que debutaron como Jazanim en el minián. Hay gente que vienen todos los días. Hay visitantes ocasionales que firman el libro de visitas. Hay extranjeros que oyeron hablar del minián y vienen a hacer Tefilá. Hay una seudá cada Rosh Jodesh y hay una persona que se ocupa de esa seudá. Hay gente que viene desde lejos para poder rezar con 10 personas. Hay días que parece que no vamos a llegar al quórum y días donde parece que no entrara más gente en la oficina.

Ir a rezar ahí tiene algo de “Misión imposible”. Una oficina que durante el resto del día funciona como estudio de mediación, ubicada en una Galería. Si nos cruzamos con alguno del minián en el ascensor nos saludamos en forma cómplice, atravesamos el pasillo y golpeamos la puerta. Nadie sabe que ahí adentro se hace Tefilá. No hay que decir contraseña, es lo único que falta. Y en Sucot nos mudamos a otra oficina en Florida que tiene una Sucá y merece un artículo aparte. Como los agentes secretos es muy poco lo que sabemos uno del otro. De alguno sé el apellido, de otro sólo sé a qué comunidad va, de otro sé que tiene 4 hijos, de uno sé su nombre pero creo que él no sabe que lo sé.

Hacemos Tefilá, estudiamos un poco y volvemos al trabajo. Sé que nada es para siempre. En algún momento cambiaré de trabajo o la empresa donde estoy mudará las oficinas. Aunque suene a frase hecha no deja de ser cierto: creo que nunca voy a encontrar un minián como este.

Glosario
Minjá: rezo de la tarde.
minián: grupo de 10 hombres que se reúnen para rezar.
Tefilá: rezo.
Shemá: rezo nocturno.
Tefilín: filacterias utilizadas en el rezo matutino.
Shiur: clase de Torá.
Shemirat Halashón: cuidado del habla.
Parashá: sección de la Torá que se lee semanalmente.
Jazán: cantante litúrgico.
Seuda: comida festiva.
Rosh Jodesh: Comienzo del mes.
Sucá: Cabaña que se utiliza en la fiesta de Sucot.

27.10.06

Dime que te contesta y te diré que prejuicio tiene

BS'D
Invitás a un amigo a escuchar una charla de Torá

Dice: Tengo fútbol.
Prejuicio: Yo vivo en el mundo de hoy, no como hace 400 años.

Dice: Tengo facultad
Prejuicio: A mí no me van a lavar la cabeza.

Dice: Estoy bien así.
Prejuicio: Me van a decir que todo lo que hago esta mal.

Dice: Gracias, no es para mí.
Prejuicio: No quiero terminar con barba y sombrero.

Dice: Basta, no me insitas más.
Prejuicio: Quiero ser libre. No quiero vivir limitado.

26.10.06

Relaciones familiares

BS’D
Seguramente cuando leamos este artículo, muchos de nosotros nos vamos a sentir identificados.
Artículo extraído de: www.jabad.org.ar

"¿Qué clase de Di-s no querría que un hijo esté con su madre en una fiesta judía?", preguntó mi madre, exacerbada cuando le dije que no podríamos conducir nuestro automóvil en Iom Tov."Durante 36 años no te importaron las fiestas judías. ¿Ahora te importan pero no puedes traer a tus niños para estar con su abuela?"Yo sabía que estaba en peligro."Estoy contenta de que finalmente hayas decidido ser judío", continuó ella. "¿Pero tienes que ser tan religioso que no puedes comer en la casa de tu propia madre? ¿Eso es lo que Di-s quiere?"

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Le llevé la queja a Rabí Yosef Samuels, el Rabino de Milwaukee que me atrajo a la Torá."La Torá no es sentimental", me explicó. "Encara la verdad, y a veces la verdad no es lo que la gente quiere oír. Pero si confías en la verdad, lo que significa: si confías en Di-s, ella y El eventualmente te guiarán a donde quieres ir, aunque tal vez nunca sepas exactamente cómo llegaste allí".Mi madre no lo compró. Ni mis hermanas. Mirando atrás, no estoy seguro de que yo lo hice, tampoco.

Mantener los lazos familiares es un asunto a menudo doloroso para un baál teshuvá (retornante a la observancia judía). La observancia religiosa puede imponer separación de aquellos a quienes más amas, con frecuencia en el peor de los momentos: casamientos, bar mitzvás, reuniones de familia, incluso funerales."OK, se está casando en una sinagoga reformista. ¿No puedes venir a la boda de todos modos?""Lamento que la cena de aniversario será en un restaurante no-kasher. Pero realmente nos encantaría que tú estuvieras allí"."Nosotros no somos ortodoxos. Pensamos que su conversión es suficiente".La tensión continuó hasta los años finales de mis padres. Mi familia y yo disentíamos sobre el nivel de atención médica a administrar. El debate entre "calidad de vida" y halajá (ley judía) era intenso.

Mi padre falleció tras una prolongada enfermedad. Pero medidas heroicas ayudaron a brindar unos seis maravillosos años adicionales a mi madre.
Comúnmente evitábamos estos desacuerdos, eligiendo mantener la paz. No analizaba cuestiones espirituales con mi familia. Aprendí esta lección en mis primeros años de observancia judía. Yo era provocativo, proyectando una sensación de "he encontrado la verdad y ustedes no", con mucha arrogancia. Por aquel entonces, creía que mi nueva comunidad de amigos religiosos podría suplantar a mi familia. Pero me encontré con cuán errado estaba. Sólo tengo un juego de padres, y dos hermanas. Nadie los puede reemplazar.

Mi esposa y yo invertimos gran energía en crear una familia observante de la Torá. Ya preveo, más allá en el camino, mi mesa del salón comedor llena de hijos y nietos. La mesa se estira hacia adelante en el curso de las generaciones. Rabinos y eruditos, comerciantes y maestros, madres y padres están sentados allí, todos abrazando la Torá. Y aunque la Torá que abrazan es una Torá de verdad y no de sentimentalismo, mi visión es muy sentimental. Estoy muy agradecido, y orgulloso, de la vida que mi esposa y yo estamos forjando.Pero por más maravillosa que sea mi fantasía no reemplaza el amor que siento por mis padres y hermanas, o mitiga el dolor que siento cuando hay distancia entre nosotros. Y por eso, cada vez que podemos, mis hermanas y yo compartimos nuestras vidas.

En mi última visita a los Estados Unidos, mis hermanas y yo fuimos al cementerio para visitar a nuestros padres. Era muy íntimo. Mi hermana trajo pétalos de rosa todavía frescos de la boda de su hija y los esparció sobre el pasto bajo el cual yacen nuestros padres. Yo coloqué una piedra que había traído desde Safed.Una hermana leyó un hermoso párrafo acerca de cómo cuando pierdes de vista a un barco que cruza el horizonte, el barco todavía existe; y si bien no puedes verlo, sabes que hay otros del lado opuesto aguardando recibir a sus ocupantes. Yo traje un libro de Salmos, del que pensaba leer uno o dos capítulos. Leo suavemente en hebreo, mis hermanas en inglés. Cuando terminamos los dos que había escogido, una hermana dijo: "Leamos uno más". Esto continuó una media hora, mientras leímos una docena.Después, en el almuerzo, mi hermana mayor nos contó que recientemente se había asociado a una sinagoga por primera vez en su vida. "Quiero aprender más sobre el judaísmo y estudiar hebreo", dijo. "¿Crees que soy demasiado vieja para comenzar?"Mi otra hermana (también mayor que yo) pertenece a una sinagoga reformista. Nos contó que había comenzado a asistir a clases con un Rabino ortodoxo, mientras su esposo estudia con el mismo Rabino en un grupo de "almuerzo y estudio" varias veces en la semana. Ella explicó que no planeaban "volverse ortodoxos", pero disfrutaban de la profundidad del estudio.

Yo estaba complacido con estas actividades, pero me significaron menos que el simple placer que compartíamos en el restaurante y la proximidad que habíamos sentido ante la tumba. Supe ahora que lo que buscaba era intimidad, no coincidencias religiosas. Disfruté de nuestra unidad de familia y me maravillé por la capacidad de mis padres en mantenernos juntos, incluso en la muerte.

Camino de regreso del restaurante, todos concordamos en que la visita al cementerio había sido "simplemente perfecta". Yo regresaba a Israel en un par de horas, y cuando nos despedimos, cada uno dijo al otro "te amo". En ese instante sentí la presencia de los otros tres que habían venido para unirnos en este momento de partida, los tres que crearon los nexos que nos mantuvieron juntos y continuarán haciéndolo.Quizás lo imaginé, pero mientras nos dimos besos de despedida sentí que se nos habían unido mi madre y mi padre, sabiendo que estaban sonriendo; y que todos nosotros estábamos siendo rodeados y envueltos por Di-s, cuyo misterio y benevolencia incesantemente se despliega de las maneras más inesperadas. "Pero si confías en la verdad, lo que significa si confías en Di-s, ella y El eventualmente te guiarán a dónde quieres ir, aunque tal vez nunca sepas cómo exactamente llegaste allí".

20.10.06

Cuidar lo que decimos

BS'D
La gente de Shiurim.com.ar armó un proyecto para aprender a no decir Lashón Hará (hablar mal del prójimo).
Todos los días te mandan un mail a tu casilla con una halajá.
Para participar del proyecto manda un mail a: alta-jafetzjaim@shiurim.com.ar
A continuación ponemos el link de varias Halajót para escuchar on-line:
Halajá 1
http://www.ieshiva.org.ar/jafetzjaim/1729.mp3
Halajá 2
http://www.ieshiva.org.ar/jafetzjaim/2729.mp3
Halajá 3
http://www.ieshiva.org.ar/jafetzjaim/3729.mp3

23.9.06

¿Por qué la dieta kasher provoca que la gente se enoje?

BS'D
En la Enseñanza Semanal 629 que publica la gente de Jabad apareció una pregunta que seguramente muchos de nosotros nos hicimos.

Pregunta:
Desde que empecé a cuidar la dieta kasher, ha habido tensión en la familia. Mi hermana se siente herida pues no como en su casa y dice que asumo el rol de ser “más santo que los demás”, y mis padres dicen que estoy separando a la familia. ¿Qué puedo hacer?

Leer la respuesta


Respuesta:
Hay centenares de dietas dando vueltas estos días. Siempre que un grupo de amigos se reúne para comer, alguien dice algo como: “No puedo comer nada aquí, estoy haciendo la dieta de Shmutkin”, o, “No puedo comer hidratos de carbono después de las 10 A.M.”, o, “Puedo comer sólo porotos verdes y sandías hasta la próxima luna llena”.
Tales anuncios normalmente provocan un pequeño encogimiento de hombros -¡Si ellos escogen morir de hambre es cosa suya!

Pero cuando alguien dice: “No puedo comer nada aquí, pues como kasher”, la reacción es raramente tan serena. Por alguna razón, los judíos se sienten desafiados por otro judío que es más observante de lo que ellos son, y a menudo lo toman como un ataque personal.

A su hermana, cuando usted le dice que no puede comer su comida, es como si usted le estuviera diciendo que ella no es lo suficientemente buena para usted, que ella no es tan judía como lo es usted. Usted está hablando sobre sus propios hábitos de comida, pero ella está oyendo un juicio a su identidad judía.

No se trata de una reacción racional. Quizás en usted ella oye la voz subconsciente de su propia alma judía, que anhela vivir una vida más judía. Sea como sea, su tarea consiste en hacer neutral la situación. Usted tiene que aclararle que el hecho de que usted está comiendo kasher no significa de ninguna manera, que esté juzgando o condenando a nadie. Usted ha tomando una decisión sobre su propia observancia. No está pidiendo a nadie cambiar sus costumbres, sino sólo respetar el cambio que ha hecho.

Es su responsabilidad el mantener buenas relaciones con su familia, y para lograrlo debe desvivirse por hacer algo por ello. Continúe visitando a su hermana, y organice la comida kasher para usted. Sea lo más adecuado y manos demandante posible. Si lo maneja correctamente, acercará a la familia, porque usted logrará respetarlos y entenderlos mejor que antes.

La dieta kasher es espiritual. No promete hacerle perder peso a sentirse saludable, sino se supone que refina el espíritu. Sea un ejemplo viviente de un alma judía refinada de la manera que usted trata a su familia.

Rabino Moss

21.9.06

Mi abuelo tenía razón

BS'D
Esta historia tiene mucho que ver con la mayoría de nosotros. Seguramente nuestros abuelos o bisabuelos prepararon el camino para que hoy estemos donde estamos.

A continuación reproducimos una historia que publicó el Rab Oppenheimer extraída del libro “More Shabbos Stories” de Rabbi Simón Finkelman – Mesorah Publications/Artscroll.

El Sr. Eitan tenía un comercio mayorista de frutas y verduras en el norte de Israel. Diariamente sus camionetas salían a repartir a instituciones y a minoristas por el Galil. Cuando su hijo Iair cumplió 18 años, comenzó a trabajar con el padre. Dentro del recorrido de Iair, le tocó entregar mercadería en la Ieshivá Lev vaNefesh, una institución que se dedica a esclarecer a jóvenes interesados en profundizar sus conocimientos de Torá. Hasta aquel momento, el Sr. Eitan se había preocupado de “resguardar” a su hijo para que desconociera lo que es la Torá y no llegara entrar en contacto con personas observantes. A Iair le intrigó la forma de vestir de los jóvenes y se acercó a fin de inquirir acerca del por qué de sus Kipot y los Tzitzit que llevaban colgando.

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Ya a la altura de su tercera entrega de mercadería, Iair pidió que le enseñaran algo de la Torá que estudiaban. No demoró mucho tiempo antes que el padre se enterara de lo que estaba sucediendo, pues la manera de actuar de Iair se había tornado un tanto más seria y contemplativa. Esto encendió la ira del padre en todo su furor. La consecuencia de la ofensa fue que Iair cambió su recorrido de distribución. No obstante, la llama estaba encendida y Iair siguió visitando a sus nuevos amigos periódicamente. Dada la oposición del padre que no quería aceptar bajo ningún concepto que su hijo estudiara sobre esta religión arcaica, Iair decidió por propia cuenta empaquetar sus cosas y viajar a Ierushalaim a una Ieshivá sin contarle a su padre acerca de su domicilio, para que no lo obligara a volver. Su padre insistió, lo encontró y lo obligó a volver a casa. Pero la cuestión no quedó allí. El Sr. Eitan le inició juicio al Rosh Ieshivá de Lev vaNefesh por “lavaje de cerebro” a su hijo.

El día del juicio la sala del tribunal estaba colmada. El abogado del Sr. Eitan hizo su exposición. Iair dio su testimonio en el sentido que nadie lo había incitado o persuadido a hacer nada en contra de su voluntad. Mientras se iban cumpliendo los procedimientos legales, el juez, un hombre mayor miraba intensamente al Sr. Eitan. Seguidamente el juez solicitó al Sr. Eitan que quería hacerle algunas preguntas. El Sr. Eitan, un poco sorprendido consintió.

“Dígame, Sr. Eitan, ¿es Usted oriundo de la ciudad de Pinsk?”
El Sr. Eitan asintió con la cabeza.

“Dígame, Sr. Eitan, ¿era su nombre antes de la guerra ‘Stark’?”
El Sr. Eitan asintió nuevamante con la cabeza, muy extrañado.

“Ah” – dijo el juez – “yo lo conozco muy bien a Ud. Ud. proviene de uno de los hogares más respetados de la ciudad de Pinsk. Su padre era una persona muy religiosa y su madre se dedicaba cotidianamente a hacer obras de bien para con los necesitados.” A esta altura la cara del Sr. Estaba pálida, pero no podía decir una sola palabra.

“Cuando Ud. era joven, Ud. decidió no seguir el camino de su padre y se rebeló en contra de todas sus enseñanzas. Cuando cumplió 18 años, Ud. solía fumar en público en Shabat y esto le causó mucho dolor y vergüenza a su padre, quien, de la noche a la mañana, pasó de ser una persona cálida, alegre y emprendedora a tener la apariencia de un anciano. De su madre se decía que cuando encendía las velas de Shabat los viernes, derramaba ríos de lágrimas.
Yo no soy una persona muy observante, pero sí, creo en D”s. Nunca entendí como D”s podría ignorar los rezos de una mujer tan virtuosa.

“Hoy fue contestada mi incógnita. Veo que su llanto no ha sido en vano. Hoy, después de medio siglo, su nieto ha vuelto al camino de sus antepasados.

“Sr. Eitan. Ud. ciertamente recordará que los amigos de su padre se le acercaron y le rogaron que por la salud de su padre, Ud., al menos en público, no profanara el Shabat. Sin embargo, Ud. respondió: ‘Soy mayor de edad y tomo mis propias decisiones. Vivo mi vida como yo plazco’. ¿Ahora Ud. tiene la temeridad de interponer una demanda, porque su hijo volvió a los caminos que Ud. abandonó?”
“La causa es nula”

18.9.06

¿Qué hacer con esos amigos que no quieren saber nada con el judaísmo?

BS’D
Todos tenemos amigos o familiares judíos que por una razón u otra viven alejados de su judaísmo. ¿Se puede hacer algo para acercarlos a la Torá? Si.
Estamos armando una base de datos con gente que cuando escucha la palabra Rab, Templo, Shiur o Torá sale corriendo.
La idea es enviarles mails con textos muy cortitos que los ayuden a reflexionar.
Entonces, si querés que tus amigos o familiares se acerquen a la Torá, hacé mucha Tefilá y mándanos sus mails a miabueloteniarazon@gmail.com
Los datos van a ser usados con suma discreción y no vamos a divulgar la identidad de la persona que nos mandó los mails.

17.9.06

¿Qué significa estar de regreso?

BS'D
Una persona dejó este comentario en el artículo la Torá y tu profesora de Yoga

"yo me considero una iheud alejada, por los comentarios que lei. Quiero saber que es estar de regreso, de regreso a donde? y de que sirve? "

El Rab Ariel Groisman de la Comunidad del Abasto nos envió la siguiente respuesta:

Estimada amiga:
Tu condición de judía, no es una cuestión tradicional, ni familiar, siquiera étnica, o de religión o educación. Es tu esencia más intima, tu yo interior, como el de cada uno de nuestro pueblo, parte de una cadena mileneria, del cual nunca te podrás desconectar, del mismo modo que uno nunca deja de ser hijo de sus padres, pase lo que pase, siempre serás hija de tus padres, pues venís de ellos.
A dónde vayas y con quién estés, siempre serás diferente. Y siempre te lo harán recordar.
Alejarse de uno mismo. Acercarse a uno mismo. Regresar a uno mismo. Ser uno mismo
Es solo eso. Ni más ni menos. Un viaje de ida hacia uno mismo. Sos judía y el judaísmo es para los judíos.
Estoy para lo que necesites.
Ariel Groisman

14.9.06

Los que se levantan temprano me van a entender

BS’D
Mis horarios de trabajo y mis obligaciones como padre y esposo por ahora solo me permiten estudiar a la mañana antes de la Tefilá. O sea a las 6 de la mañana*. Obviamente que me cuesta mucho levantarme. Pero cada mañana cuando todavía medio dormido me subo a la bicicleta y voy para la Ieshivá se me dibuja una sonrisa en la cara y siento una alegría enorme. Para poder describir esta sensación voy a recurrir a una situación que quizás mucho de nosotros alguna vez vivimos.

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Cuando nos vamos de vacaciones muchas veces decidimos salir de madrugada para evitar el tráfico y para llegar a destino a un horario que nos permita aprovechar algo de ese día.
En el momento en que nos levantamos estamos cansados y nos gustaría seguir durmiendo, pero sabemos lo que nos espera y eso nos motiva a salir de la cama.
Cargamos el auto y salimos. Todavía es de noche, se ven las estrellas, las calles están vacías, quizás nos cruzamos con algún vecino que está paseando a su perro y pensamos, “pobre, se tiene que levantar tan temprano para pasear a su perro, mientras yo lo hago para irme de vacaciones”. Seguimos viaje, en el auto la familia duerme. Los miramos por el espejo retrovisor y nos invade un sentimiento de alegría muy parecido al que siento yo cuado voy a estudiar.

La verdad que las cosas que uno hace con esfuerzo son las cosas que uno más disfruta. Estudiar a esa hora para mí no es lo ideal, porque tengo que luchar para mantenerme despierto y eso impide que ponga toda mi energía en la Guemará. Pero estudiar a esa hora tiene una magia, una mística especial. Saber que mientras el 99% de la ciudad duerme, estoy despierto estudiando Torá, es un placer que me llena el alma.

* A excepción de los días que hacemos Slijot.

13.9.06

Cosas que no se recuperan

BS’D
En la página de la Comunidad Shaare Sion que dirige el Rab Yacar publicaron este hermoso artículo:

Una chica estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto. Como debía esperar un largo rato, decidió comprar un libro y también un paquete con galletitas.
Se sentó en una sala del aeropuerto para poder descansar y leer en paz.

Asiento de por medio, se ubicó un hombre que abrió una revista y empezó a leer. Entre ellos quedaron las galletitas.
Cuando ella tomó la primera, el hombre también tomó una. Ella se sintió indignada, pero no dijo nada. Apenas pensó: "¡Qué descarado; si yo estuviera más dispuesta, hasta le daría un golpe para que nunca más se olvide!".

Cada vez que ella tomaba una galletita, el hombre también tomaba una.
Aquello la indignaba tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar.

Cuando quedaba apenas una galletita, pensó: "¿qué hará ahora este abusador?".
Entonces, el hombre dividió la última galletita y dejó una mitad para ella.

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Ah! No!. . .Aquello le pareció demasiado!. ¡Se puso a bufar de la rabia!.
Cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sector del embarque.
Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso y para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletitas. . .intacto, cerradito. . .

¡Sintió tanta vergüenza!.
Sólo entonces percibió lo equivocada que estaba. ¡Había olvidado que sus galletitas estaban guardadas dentro de su bolso!
El hombre había compartido las suyas sín sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado. Y ya no había más tiempo ni posibilidades para explicar o pedir disculpas.

Pero sí para razonar: ¿cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor? ¿cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?.
Y recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan:

* Una piedra, después de haber sido lanzada;
* Una palabra, después de haber sido proferida;
* Una oportunidad, después de haberla perdido;
* El tiempo, después de haber pasado.

11.9.06

Ranking II

BS'D
Luego del ranking con las frases que más escucha un Baal Teshuvá.
Ahora es el turno de las frases que más dice un Baal Teshuvá.
Sugerí, participá, votá:

1- Baruj Hashem
2- Beesrat Hasem
3- Lo aleinu
4- Bli neder
5 -Tenés que conocer a este Rab
6- Tenés que venir a esta shiur
7- Tenés que leer este libro
8- Vení solo una vez, si no te gusta no venís más
9- Eso es lashón hará
10- ¿Esto es Mezonot o Sheacol?

Carta de una hija

BS'D
Silvina Faiberg nos envió una carta que le escribió a su mamá en abril de este año.

Querida Mamá:

Desde pequeña me hice muchas preguntas acerca de mi judaísmo: ¿Por qué soy judía? ¿Quién lo es? ¿Por qué nuestro pueblo pasó por cosas tan terribles y tan maravillosas? ¿Cómo lograr una verdadera continuidad y evitar la asimilación?
¡Recuerdo cuando por primera vez me enteré que era judía!... con un libro para pintar en las manos te pregunté qué era esa “casa con una cruz”. Me explicaste que ahí, concurrían muchas personas, pero que no nosotros. No era mi lugar. Yo era judía.

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Al empezar la escuela, me contaste sobre lo que ciertos alemanes nos habían hecho, los niños que murieron y toda esa crueldad tan increíble para mí como lejana... De todos modos, eso… era parte de la historia. No había nada que temer, me autoconvencía.

Pero… ¿Te acordás? A los pocos días de empezar la primaria, de pronto, empezaron las diferencias. Mis compañeritos preguntaban muy desafiantes quién era judío, y yo llegué a tener un miedo de contar que lo era. Igual, ¿en qué podía notarse?, me autoconvencía.

A medida que fui creciendo, empezó mi pasión por la lectura y fui encontrando más y más información. Una vez, me regalaste un Hai, remarcando lo importante que era para nosotros el valor “vida”. También nos llevaste a los grupos del templo de Libertad. Ahí aprendí mucho, recuerdo los cálidos atardeceres de los sábados, cuando nos reuníamos en una gran ronda, donde vos siempre me esperabas. Cantábamos todos juntos la havdalá.

Fue cuando estaba en sexto grado... me esperabas a la salida de la escuela y, al encontrarnos, ví en tus ojos el horror: “¡Habían volado la Embajada de Israel!”.
Yo todavía no entendía bien por qué pasaban esas cosas. Con apenas once años, creo que esa, fue mi primera “marca”. Era como aquella “historia de los nazis” que me habías contado…pero ahora…

Al tiempo, visitamos Israel a pura emoción. Cada piedra, cada lugar, cada comida, cada persona tenía su historia, tenía nuestra historia. Lloramos al llegar al Kotel cantando “Jerusalem de Oro”.

Volvimos ese año fuertes, con mucho “sentimiento”, con los más lindos recuerdos y canciones. Pero luego, estalló la AMIA. Esta vez fue peor, los muertos ascendían a 86. La historia de Jacobo fue un milagro de supervivencia, y lloramos su muerte días más tarde. No había más esperanza.

Desde entonces, todos los años, con el frío más crudo del año, con ese frío de muerte instalado en la calle Pasteur, fuimos en reclamo de justicia. A veces, vos no podías ir, pero mirabas atenta el noticiero y la convulsión que se armaba en nuestro barrio cada 18. Esos días, a mi judaísmo lo ejercitaba, aplaudía, con la misma fuerza que ponía para retener las lágrimas….. pero el enojo era grande.

Ya en la escuela secundaria, pedía permiso para ir a los Actos. Y seguía, una vez más, siendo y sintiéndome diferente.

Vos siempre nos contabas el “milagro” de la supervivencia de nuestro pueblo, ¿te acordás? De nuestros sabios, tu querido Freud, mi admirado Einstein…
Durante mi primer año del secundario, una vez, había que elegir un “personaje” digno de admiración. Mis compañeros elegían a Olmedo, a alguna cantante conocida. Yo, elegí a Einstein. No sé si realmente lo admiraba, sólo sabía que era judío, y eso, era suficiente: Él, me hacía recordar qué era.

Empecé esta carta contándote que de chica me hacía muchas preguntas: “¿Por qué hay judíos a quienes no les importa el judaísmo? ¿Qué es, en definitiva, el judaísmo? Si es un sentimiento… ¿Cómo voy a hacer para transmitírselo a mis hijos? ¿Podrán finalmente ellos sentir lo mismo que yo? ¿Cómo llegamos hasta donde llegamos? ¿Cuál fue la cadena ininterrumpida que hizo que yo hoy, te esté escribiendo una carta sobre esto?
Sunshine, la película… fue un antes y después. Salí del cine emocionada y te convencí para que la veas. Aquella familia judía húngara fue determinante para mí. Estaba la receta, ese “cuadernillo” de recetas que se perdía, estaba el gobierno de turno, las neocostumbres, el deporte de moda.. y cada día, así, sin darnos cuenta, nos olvidábamos de la receta. Esa receta es la Torá.
La familia Sooneschein, pasó a ser familia Sors: pasaron a ser jueces, deportistas. Pasaron a ser policías. Pero un día despertaron sin rostro… Sólo una pequeña llama, esa “abuela” Emily podía despertarlos… Ella sabía cuál era la receta del tónico familiar. Ese tónico que se tomaba y generaba armonía en el hogar. ¡Vos también volviste emocionada!

Lo sabía… Algo “había que hacer”, pero… “¡¿qué?!”.
Las idas y vueltas de la vida, las constantes incoherencias, me alejaban más y más de mi búsqueda. ¿Quién soy, de dónde vengo y adónde voy?

Hace un tiempo, decidí estudiar Torá. Esta vez intenté no hacerlo simplemente desde el lugar de una búsqueda de conocimiento intelectual, iba en busca de un conocimiento más profundo aún.
Encontré un moré, porque como dicen los sabios, “el maestro llega cuando el alumno está preparado”. Así que le dí para adelante... “¡Jazak Veematz!”, como diría el moré.
Hay noches en que trato de transmitirte lo que estudiamos, pero no siempre es fácil. Es por eso que hoy te escribo.
Hay cuestiones que ni sabemos que existen, pero no por ello, dejan de producir efecto. Desde que estudio Torá, empecé a entender lo que implicaba percibir la realidad, que cada uno la percibe como puede, que no podemos juzgar lo que percibe el otro, y que nunca llegaremos a percibir la totalidad. Pero sí podemos aspirar a ampliar nuestra percepción de la misma, a ampliar nuestra conciencia.

Porque ser judío implica esfuerzo, conciencia y responsabilidad. Tengo, gracias a vos mamá, un legado muy importante en mis manos. Un legado que fue transmitido ininterrumpidamente de generación en generación. Que hoy llega a mí, pero no lo hace pasivamente. Llega con una intención de acercarme a aprehender de mis fuentes, de las bases que constituyeron la esencia de nuestro pueblo. Con la certeza de que, para tener libertad y poder ejercerla, hay que tener límites. Con esa tibia luz que me hace empezar a visualizar lo que quiero para mi futuro, lo que quiero para mi familia.

Este verano pasamos un Shabat juntas, y sé que te es difícil de entender. Tal vez, pensás que son sólo ritos, costumbres sin sentido.
No sabemos todo lo que podemos lograr con una pequeña acción, con un pequeño ejercicio de nuestra voluntad. Vos siempre dijiste que te gustaba el cuento de Eduardo Galeano, donde se cuenta que el mundo es un mar de fueguitos…. Vos me decías que no querés ser un “fuego bobo” que no alumbra, que querés “encender a la gente”, iluminar. Bueno, de esto se trata, de permitir entrar un poco de luz, donde antes había oscuridad. No es fácil, mamá. Por lo que me enseñaron, primero hay que hacer espacio. Por eso me viste limpiar ya dos veces el “jametz” y por eso te insisto en que te deshagas de esas cosas “que no te sirven”. ¡Sabés que no me refiero a lo material! Me refiero las cosas con las que uno “infla” su vida, sus días, sus tiempos.

Sabés, mamá… La Torá no es un libro de historias antiquísimas. Es el legado de nuestro pueblo, es un manantial de vida que nos ayuda a tomar mejores decisiones, en la medida que podamos recibir sus enseñanzas. Sólo hay que activarla. Casi parecido al tema del “ello, yo y super yo” que me explicaste alguna vez. Bueno, se trata de dominar a “ese” que te dice con insistencia: “Rompé la dieta”.

Este año, te fui contando los beneficios del comer casher, que todo va a la sangre, que la sangre irriga al cerebro, y cómo esto influye en nuestra vida. Pudiste verlo y entenderlo y estoy muy contenta por ello. Es también poder separarnos de todo lo que nos rodea, nos quiere esclavizar… y elegir. Ser libres.

Aprendí también, las consecuencias del hablar mal de alguien (“lashón hará”); que las mitzvot son importantes, y que lo más importante es “no hacerle a los demás lo que no nos gustaría que nos hagan a nosotros”. Esto que te suena a frase hecha, es lo más difícil de lograr. Es difícil entender que no todo gira alrededor de nosotros, y tratar de reducir un “poco” ese ego que, para nuestra sociedad, debe ser tan “alto”.
El dar es importante, pero también el recibir. Vos sabes de eso mamá, siempre nos diste tu amor, tu consejo, tu experiencia. Y también siempre estuviste dispuesta a recibir lo mismo de nosotras.
Aprendí en este tiempo que no podemos vivir instaurados en el recibir.
El moré nos dijo una vez : “En hebreo no existe en verbo ser, yo soy cuando hago, por eso decimos: “ANÍ IHEUDÍ”, yo soy judío, pero sólo en la medida que en lo ejercite. En términos legales ordinarios podríamos decir que el judaísmo no prescribe, pero nos puede ir caducando. ¿Qué significa esto?
No prescribe, porque nunca dejamos en términos formales de ser judíos, siempre hay tiempo de retornar a nuestras raíces, a nuestras fuentes y conectarnos nuevamente con nuestra esencia. La caducidad, tiene por objeto que las partes en un juicio impulsen el proceso. Cuando no lo hacen, pierden esa oportunidad, que es única. Y hay que hacer todo de nuevo, perdiendo tiempo y esfuerzo. No podemos dejar caducar todo esto.

Vos siempre decís: “Somos pocos y hacemos mucho ruido”. Pero tenemos que hacer “ruido” del bueno, focalizarnos en nosotros, no perdernos en el abrazo de oso. Somos un gran pueblo, y tenemos que estar unidos como tal. A veces nos olvidamos el concepto de “Am Israel”. Tenemos que tener fronteras, esas fronteras de las que le hablo a papá para explicarle que tiene que respetar tus tiempos. Fronteras en nuestro actuar, en nuestro vestir, en nuestro exigir.

Yo le decía siempre a mi moré que no me gustaban los judíos “religiosos” como yo los denominaba, que usaban esos sombreros y esas vestimentas… tan anticuadas, que conocí a uno que no era tan buen tipo, que, que, que……Simplemente me respondió: “Yo no hablo de lo que los judíos hacen, sino de lo que nosotros tenemos que hacer como judíos”.

Aprendí también lo que significaban cada una de las fiestas en la que nosotros nos reuníamos. Que Pesaj es algo más que juntarnos a hablar de política y comer farfalej con pollo (eso también es lindo, pero podemos hacerlo todo el año). Que seder, significa orden, y que cada uno de los pasos del Seder de Pesaj tiene suma importancia, porque nos enseña cómo planificar un gran “salto” en nuestras vidas.
Vos siempre supiste, que había etapas para dejar atrás, que teníamos que avanzar. Que ser distinto tiene su precio, y que a veces es más fácil y segurizante quedarse donde uno está.
El padre de Abraham era un idólatra y Ds. le dijo “Lej, Lejá..”, ¡Véte! Ser hebreo, hibrí, significa “cruzar el río”, implica el poder pasar al otro lado y animarse a salir. A salir de la esclavitud cuando bajamos a Mitzraim ( Egipto), a salir de la idolatría en la que nos vemos sumergidos día a día. A salir de nuestros inteligentes convencimientos que nos llevan a caer en las mismas trampas. Al “qué más da” que nos inculcan a los jóvenes. ¿Sabías, mamá, que sólo el 20% de los iehudim se animaron a salir de Egipto?.¿Eran esclavos realmente? Por supuesto, pero atravesar el desierto es una experiencia que requiere de mucha fortaleza y convicción.
Ser judío también.
Vos mamá, siempre tuviste esa convicción al criarnos, al educarnos, al desafiar desiertos y tormentas. Vos mamá, nos educaste con criterio.

En este tiempo pude ver otras realidades: he encontrado familias humildes comiendo alegremente bajo una sucá instalada en un pasillo; empleados de traje y corbata leyendo tehilim; comerciantes corriendo tras un ramo de flores para adornar la mesa de Shabat, amas de casa con mucho carácter, estudiantes, cantantes, psicólogos, chicos alegres y otros no tanto. He encontrado actos de bondad y personas que han logrado un gran trabajo interno. Encontré una mujer sabia, encargada de hacer el sutil trabajo de guiarnos en la recolección de “huesos”, la esencia de nuestra búsqueda. He encontrado también grandes legalistas (de la ley judía-halajá), gente simple y jasidim exultantes. También me encontré con mis prejuicios, ¡en especial hacia los sombreros! Pude verlos.


Hace poco empezaste a utilizar el vocablo “mitzvá” al referirte a buena acción. Te ilumina venir y contarme que hiciste “una mitzvá” al ayudar a una niña que lo necesita, por ejemplo. Te escuché aquella vez y vi como irradiabas. Aprendí que las mitzvot sirven para exactamente eso: conectarte con el otro, con los otros, con D´s, y con vos misma, en definitiva. Que simplemente son límites sanos, que en definitiva nos ayudan a ejercitar nuestra libertad.
Rebelarse entonces, no es elegir qué cigarrillos fumar o dónde ir a bailar… Rebelarse es poder comprender, en el más profundo de sus significados: que “todo”, “absolutamente todo” es para nuestro bien. Entender la perfecta y armónica sincronicidad que existe en cada uno de los mundos, que existe aún más allá de los límites de nuestra percepción.

En este tiempo, he reunido algunas partes del gran rompecabeza, he encontrado algunas respuestas a mis preguntas, pero lo más importante es que surgieron otras. Nuevas preguntas que me motivan día a día a continuar en esta búsqueda que me lleva, al comienzo mismo de quién soy.

¡Gracias Mamá!

Tu hija.

silvifain@hotmail.com

20.8.06

Recomendados

BS'D
En Shiurim.com.ar hay más de 100 charlas de Torá para escuchar on line.
Además hay clases cortas de 5 minutos aprox. dictadas por el Rab Chueque que son muy interesantes:
Mashal Ajedrez, Mashal Resultado Final, Mashal Bicicleta

En Torá.org.ar hay una sección muy recomendable con varios artículos sobre cómo mejorar nuestras cualidades.

El Rabino Eliezer Shemtov publicó varias respuestas a preguntas como:
¿Por qué respetamos Shabat?
¿Por qué no comemos jamón?
¿Es machista el judaísmo?
¿Por qué se opone el judaísmo al matrimonio mixto?

8.8.06

Testimonios

BS'D
A pedido de varios lectores abrimos un espacio para que nos cuenten sus experiencias.
Envianos tu colaboración a leoymatitiau@gmail.com

Cuadro Generacional

BS’D
El Rabino de la Comunidad del Abasto Ariel Groisman, nos envía este material.
Es una proyección sobre la cantidad de judíos que habrá por familia en las próximas generaciones. Ojalá que este cuadro se pueda revertir muy pronto y que, a través del estudio de la Torá, todas las familias judías consoliden la continuidad de nuestro pueblo en el futuro.

7.8.06

El momento del Click

BS'D
Dalila Koldorff nos mandó este artículo sobre lo que nos pasa a los baalei teshuvá.

Creo que todo baal teshuvá pasa siempre por este proceso y es muy lógico que esto ocurra.
¿A qué llamo Click?
Es ese momento en el que toda la información (shiurim, seminarios, etc) que uno viene incorporando como algo ajeno o incompresible, se vuelve real, verdadero. Es esa sensación que nos impulsa a querer agarrar todo de golpe y queremos "tragarnos toda la Torá".
De repente, queremos contarle al mundo lo que nos pasa y además queremos que todos lo acepten y lo vivan.

Leer el artículo completo


Lo importante es que llegamos a este punto gracias a un proceso de estudio y vivencias, es por eso que no podemos avasallar a los demás y querer que tomen inmediatamente las mismas decisiones que a nosotros nos llevó un tiempo incorporar. Debemos comprender que cada persona, para poder lograr un cambio duradero y no caerse por una subida apresurada, debe atravesar este proceso dándose la posibilidad necesaria de ir incorporando las cosas de a poco.
Es muy común que el cambio del baal teshuvá cause conflictos familiares, ya que el joven, de repente ve que la ideología de su casa entra en conflicto con lo que él quiere para su propia vida.
Nosotros como baalei teshuva debemos adoptar una política comprensiva hacia los demás y entender que cada uno necesita el tiempo que nosotros ya tuvimos para ver las cosas de otra manera.
Mostremos con nuestro ejemplo que este camino es el correcto (respetando mejor a nuestros familiares, siendo más solidarios, no participando de chismes, etc.) y hagámosle saber a nuestros padres cuánto los valoramos por habernos criado, que son nuestro máximo ejemplo y referente a pesar de que adoptemos otro camino, que al fin y al cabo no es más que el que ellos (con los kneidalaj, kipes, knishes, etc) en las tradicionales festividades judías en familia, nos transmitieron.

Editorial

BS´D
Hay muchas páginas muy buenas sobre Torá pero no encontramos ninguna en castellano que cuente lo que le pasa al Baal Teshuvá en su proceso.
Cuando nos acercamos al mundo de la Torá e intentamos empezar a vivir como judíos nos sentimos tironeados por todos lados: la familia se asusta, los amigos no nos entienden y nuestros deseos internos la mayoría de las veces no encajan con nuestra rutina diaria.
Queremos que este sea un espacio descontracturado y con contenido donde podamos exponer, pensar y reír de los conflictos y situaciones que nos surgen todos los días.
No estamos dando clase, estamos compartiendo lo que nos pasa.
Mandanos artículos, sugerencias, experiencias de vida, ideas a: leoymatitiau@gmail.com. Nosotros las publicamos.
Queremos actualizar el blog todas las semanas con material nuevo e ir mejorándolo día a día.
Si hay algo que los judíos hemos sabido hacer muy bien en nuestra historia, además de estudiar Torá, es poder reírnos de nosotros mismos.