23.9.06

¿Por qué la dieta kasher provoca que la gente se enoje?

BS'D
En la Enseñanza Semanal 629 que publica la gente de Jabad apareció una pregunta que seguramente muchos de nosotros nos hicimos.

Pregunta:
Desde que empecé a cuidar la dieta kasher, ha habido tensión en la familia. Mi hermana se siente herida pues no como en su casa y dice que asumo el rol de ser “más santo que los demás”, y mis padres dicen que estoy separando a la familia. ¿Qué puedo hacer?

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Respuesta:
Hay centenares de dietas dando vueltas estos días. Siempre que un grupo de amigos se reúne para comer, alguien dice algo como: “No puedo comer nada aquí, estoy haciendo la dieta de Shmutkin”, o, “No puedo comer hidratos de carbono después de las 10 A.M.”, o, “Puedo comer sólo porotos verdes y sandías hasta la próxima luna llena”.
Tales anuncios normalmente provocan un pequeño encogimiento de hombros -¡Si ellos escogen morir de hambre es cosa suya!

Pero cuando alguien dice: “No puedo comer nada aquí, pues como kasher”, la reacción es raramente tan serena. Por alguna razón, los judíos se sienten desafiados por otro judío que es más observante de lo que ellos son, y a menudo lo toman como un ataque personal.

A su hermana, cuando usted le dice que no puede comer su comida, es como si usted le estuviera diciendo que ella no es lo suficientemente buena para usted, que ella no es tan judía como lo es usted. Usted está hablando sobre sus propios hábitos de comida, pero ella está oyendo un juicio a su identidad judía.

No se trata de una reacción racional. Quizás en usted ella oye la voz subconsciente de su propia alma judía, que anhela vivir una vida más judía. Sea como sea, su tarea consiste en hacer neutral la situación. Usted tiene que aclararle que el hecho de que usted está comiendo kasher no significa de ninguna manera, que esté juzgando o condenando a nadie. Usted ha tomando una decisión sobre su propia observancia. No está pidiendo a nadie cambiar sus costumbres, sino sólo respetar el cambio que ha hecho.

Es su responsabilidad el mantener buenas relaciones con su familia, y para lograrlo debe desvivirse por hacer algo por ello. Continúe visitando a su hermana, y organice la comida kasher para usted. Sea lo más adecuado y manos demandante posible. Si lo maneja correctamente, acercará a la familia, porque usted logrará respetarlos y entenderlos mejor que antes.

La dieta kasher es espiritual. No promete hacerle perder peso a sentirse saludable, sino se supone que refina el espíritu. Sea un ejemplo viviente de un alma judía refinada de la manera que usted trata a su familia.

Rabino Moss

21.9.06

Mi abuelo tenía razón

BS'D
Esta historia tiene mucho que ver con la mayoría de nosotros. Seguramente nuestros abuelos o bisabuelos prepararon el camino para que hoy estemos donde estamos.

A continuación reproducimos una historia que publicó el Rab Oppenheimer extraída del libro “More Shabbos Stories” de Rabbi Simón Finkelman – Mesorah Publications/Artscroll.

El Sr. Eitan tenía un comercio mayorista de frutas y verduras en el norte de Israel. Diariamente sus camionetas salían a repartir a instituciones y a minoristas por el Galil. Cuando su hijo Iair cumplió 18 años, comenzó a trabajar con el padre. Dentro del recorrido de Iair, le tocó entregar mercadería en la Ieshivá Lev vaNefesh, una institución que se dedica a esclarecer a jóvenes interesados en profundizar sus conocimientos de Torá. Hasta aquel momento, el Sr. Eitan se había preocupado de “resguardar” a su hijo para que desconociera lo que es la Torá y no llegara entrar en contacto con personas observantes. A Iair le intrigó la forma de vestir de los jóvenes y se acercó a fin de inquirir acerca del por qué de sus Kipot y los Tzitzit que llevaban colgando.

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Ya a la altura de su tercera entrega de mercadería, Iair pidió que le enseñaran algo de la Torá que estudiaban. No demoró mucho tiempo antes que el padre se enterara de lo que estaba sucediendo, pues la manera de actuar de Iair se había tornado un tanto más seria y contemplativa. Esto encendió la ira del padre en todo su furor. La consecuencia de la ofensa fue que Iair cambió su recorrido de distribución. No obstante, la llama estaba encendida y Iair siguió visitando a sus nuevos amigos periódicamente. Dada la oposición del padre que no quería aceptar bajo ningún concepto que su hijo estudiara sobre esta religión arcaica, Iair decidió por propia cuenta empaquetar sus cosas y viajar a Ierushalaim a una Ieshivá sin contarle a su padre acerca de su domicilio, para que no lo obligara a volver. Su padre insistió, lo encontró y lo obligó a volver a casa. Pero la cuestión no quedó allí. El Sr. Eitan le inició juicio al Rosh Ieshivá de Lev vaNefesh por “lavaje de cerebro” a su hijo.

El día del juicio la sala del tribunal estaba colmada. El abogado del Sr. Eitan hizo su exposición. Iair dio su testimonio en el sentido que nadie lo había incitado o persuadido a hacer nada en contra de su voluntad. Mientras se iban cumpliendo los procedimientos legales, el juez, un hombre mayor miraba intensamente al Sr. Eitan. Seguidamente el juez solicitó al Sr. Eitan que quería hacerle algunas preguntas. El Sr. Eitan, un poco sorprendido consintió.

“Dígame, Sr. Eitan, ¿es Usted oriundo de la ciudad de Pinsk?”
El Sr. Eitan asintió con la cabeza.

“Dígame, Sr. Eitan, ¿era su nombre antes de la guerra ‘Stark’?”
El Sr. Eitan asintió nuevamante con la cabeza, muy extrañado.

“Ah” – dijo el juez – “yo lo conozco muy bien a Ud. Ud. proviene de uno de los hogares más respetados de la ciudad de Pinsk. Su padre era una persona muy religiosa y su madre se dedicaba cotidianamente a hacer obras de bien para con los necesitados.” A esta altura la cara del Sr. Estaba pálida, pero no podía decir una sola palabra.

“Cuando Ud. era joven, Ud. decidió no seguir el camino de su padre y se rebeló en contra de todas sus enseñanzas. Cuando cumplió 18 años, Ud. solía fumar en público en Shabat y esto le causó mucho dolor y vergüenza a su padre, quien, de la noche a la mañana, pasó de ser una persona cálida, alegre y emprendedora a tener la apariencia de un anciano. De su madre se decía que cuando encendía las velas de Shabat los viernes, derramaba ríos de lágrimas.
Yo no soy una persona muy observante, pero sí, creo en D”s. Nunca entendí como D”s podría ignorar los rezos de una mujer tan virtuosa.

“Hoy fue contestada mi incógnita. Veo que su llanto no ha sido en vano. Hoy, después de medio siglo, su nieto ha vuelto al camino de sus antepasados.

“Sr. Eitan. Ud. ciertamente recordará que los amigos de su padre se le acercaron y le rogaron que por la salud de su padre, Ud., al menos en público, no profanara el Shabat. Sin embargo, Ud. respondió: ‘Soy mayor de edad y tomo mis propias decisiones. Vivo mi vida como yo plazco’. ¿Ahora Ud. tiene la temeridad de interponer una demanda, porque su hijo volvió a los caminos que Ud. abandonó?”
“La causa es nula”

18.9.06

¿Qué hacer con esos amigos que no quieren saber nada con el judaísmo?

BS’D
Todos tenemos amigos o familiares judíos que por una razón u otra viven alejados de su judaísmo. ¿Se puede hacer algo para acercarlos a la Torá? Si.
Estamos armando una base de datos con gente que cuando escucha la palabra Rab, Templo, Shiur o Torá sale corriendo.
La idea es enviarles mails con textos muy cortitos que los ayuden a reflexionar.
Entonces, si querés que tus amigos o familiares se acerquen a la Torá, hacé mucha Tefilá y mándanos sus mails a miabueloteniarazon@gmail.com
Los datos van a ser usados con suma discreción y no vamos a divulgar la identidad de la persona que nos mandó los mails.

17.9.06

¿Qué significa estar de regreso?

BS'D
Una persona dejó este comentario en el artículo la Torá y tu profesora de Yoga

"yo me considero una iheud alejada, por los comentarios que lei. Quiero saber que es estar de regreso, de regreso a donde? y de que sirve? "

El Rab Ariel Groisman de la Comunidad del Abasto nos envió la siguiente respuesta:

Estimada amiga:
Tu condición de judía, no es una cuestión tradicional, ni familiar, siquiera étnica, o de religión o educación. Es tu esencia más intima, tu yo interior, como el de cada uno de nuestro pueblo, parte de una cadena mileneria, del cual nunca te podrás desconectar, del mismo modo que uno nunca deja de ser hijo de sus padres, pase lo que pase, siempre serás hija de tus padres, pues venís de ellos.
A dónde vayas y con quién estés, siempre serás diferente. Y siempre te lo harán recordar.
Alejarse de uno mismo. Acercarse a uno mismo. Regresar a uno mismo. Ser uno mismo
Es solo eso. Ni más ni menos. Un viaje de ida hacia uno mismo. Sos judía y el judaísmo es para los judíos.
Estoy para lo que necesites.
Ariel Groisman

14.9.06

Los que se levantan temprano me van a entender

BS’D
Mis horarios de trabajo y mis obligaciones como padre y esposo por ahora solo me permiten estudiar a la mañana antes de la Tefilá. O sea a las 6 de la mañana*. Obviamente que me cuesta mucho levantarme. Pero cada mañana cuando todavía medio dormido me subo a la bicicleta y voy para la Ieshivá se me dibuja una sonrisa en la cara y siento una alegría enorme. Para poder describir esta sensación voy a recurrir a una situación que quizás mucho de nosotros alguna vez vivimos.

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Cuando nos vamos de vacaciones muchas veces decidimos salir de madrugada para evitar el tráfico y para llegar a destino a un horario que nos permita aprovechar algo de ese día.
En el momento en que nos levantamos estamos cansados y nos gustaría seguir durmiendo, pero sabemos lo que nos espera y eso nos motiva a salir de la cama.
Cargamos el auto y salimos. Todavía es de noche, se ven las estrellas, las calles están vacías, quizás nos cruzamos con algún vecino que está paseando a su perro y pensamos, “pobre, se tiene que levantar tan temprano para pasear a su perro, mientras yo lo hago para irme de vacaciones”. Seguimos viaje, en el auto la familia duerme. Los miramos por el espejo retrovisor y nos invade un sentimiento de alegría muy parecido al que siento yo cuado voy a estudiar.

La verdad que las cosas que uno hace con esfuerzo son las cosas que uno más disfruta. Estudiar a esa hora para mí no es lo ideal, porque tengo que luchar para mantenerme despierto y eso impide que ponga toda mi energía en la Guemará. Pero estudiar a esa hora tiene una magia, una mística especial. Saber que mientras el 99% de la ciudad duerme, estoy despierto estudiando Torá, es un placer que me llena el alma.

* A excepción de los días que hacemos Slijot.

13.9.06

Cosas que no se recuperan

BS’D
En la página de la Comunidad Shaare Sion que dirige el Rab Yacar publicaron este hermoso artículo:

Una chica estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto. Como debía esperar un largo rato, decidió comprar un libro y también un paquete con galletitas.
Se sentó en una sala del aeropuerto para poder descansar y leer en paz.

Asiento de por medio, se ubicó un hombre que abrió una revista y empezó a leer. Entre ellos quedaron las galletitas.
Cuando ella tomó la primera, el hombre también tomó una. Ella se sintió indignada, pero no dijo nada. Apenas pensó: "¡Qué descarado; si yo estuviera más dispuesta, hasta le daría un golpe para que nunca más se olvide!".

Cada vez que ella tomaba una galletita, el hombre también tomaba una.
Aquello la indignaba tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar.

Cuando quedaba apenas una galletita, pensó: "¿qué hará ahora este abusador?".
Entonces, el hombre dividió la última galletita y dejó una mitad para ella.

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Ah! No!. . .Aquello le pareció demasiado!. ¡Se puso a bufar de la rabia!.
Cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sector del embarque.
Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso y para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletitas. . .intacto, cerradito. . .

¡Sintió tanta vergüenza!.
Sólo entonces percibió lo equivocada que estaba. ¡Había olvidado que sus galletitas estaban guardadas dentro de su bolso!
El hombre había compartido las suyas sín sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado. Y ya no había más tiempo ni posibilidades para explicar o pedir disculpas.

Pero sí para razonar: ¿cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor? ¿cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?.
Y recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan:

* Una piedra, después de haber sido lanzada;
* Una palabra, después de haber sido proferida;
* Una oportunidad, después de haberla perdido;
* El tiempo, después de haber pasado.

11.9.06

Ranking II

BS'D
Luego del ranking con las frases que más escucha un Baal Teshuvá.
Ahora es el turno de las frases que más dice un Baal Teshuvá.
Sugerí, participá, votá:

1- Baruj Hashem
2- Beesrat Hasem
3- Lo aleinu
4- Bli neder
5 -Tenés que conocer a este Rab
6- Tenés que venir a esta shiur
7- Tenés que leer este libro
8- Vení solo una vez, si no te gusta no venís más
9- Eso es lashón hará
10- ¿Esto es Mezonot o Sheacol?

Carta de una hija

BS'D
Silvina Faiberg nos envió una carta que le escribió a su mamá en abril de este año.

Querida Mamá:

Desde pequeña me hice muchas preguntas acerca de mi judaísmo: ¿Por qué soy judía? ¿Quién lo es? ¿Por qué nuestro pueblo pasó por cosas tan terribles y tan maravillosas? ¿Cómo lograr una verdadera continuidad y evitar la asimilación?
¡Recuerdo cuando por primera vez me enteré que era judía!... con un libro para pintar en las manos te pregunté qué era esa “casa con una cruz”. Me explicaste que ahí, concurrían muchas personas, pero que no nosotros. No era mi lugar. Yo era judía.

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Al empezar la escuela, me contaste sobre lo que ciertos alemanes nos habían hecho, los niños que murieron y toda esa crueldad tan increíble para mí como lejana... De todos modos, eso… era parte de la historia. No había nada que temer, me autoconvencía.

Pero… ¿Te acordás? A los pocos días de empezar la primaria, de pronto, empezaron las diferencias. Mis compañeritos preguntaban muy desafiantes quién era judío, y yo llegué a tener un miedo de contar que lo era. Igual, ¿en qué podía notarse?, me autoconvencía.

A medida que fui creciendo, empezó mi pasión por la lectura y fui encontrando más y más información. Una vez, me regalaste un Hai, remarcando lo importante que era para nosotros el valor “vida”. También nos llevaste a los grupos del templo de Libertad. Ahí aprendí mucho, recuerdo los cálidos atardeceres de los sábados, cuando nos reuníamos en una gran ronda, donde vos siempre me esperabas. Cantábamos todos juntos la havdalá.

Fue cuando estaba en sexto grado... me esperabas a la salida de la escuela y, al encontrarnos, ví en tus ojos el horror: “¡Habían volado la Embajada de Israel!”.
Yo todavía no entendía bien por qué pasaban esas cosas. Con apenas once años, creo que esa, fue mi primera “marca”. Era como aquella “historia de los nazis” que me habías contado…pero ahora…

Al tiempo, visitamos Israel a pura emoción. Cada piedra, cada lugar, cada comida, cada persona tenía su historia, tenía nuestra historia. Lloramos al llegar al Kotel cantando “Jerusalem de Oro”.

Volvimos ese año fuertes, con mucho “sentimiento”, con los más lindos recuerdos y canciones. Pero luego, estalló la AMIA. Esta vez fue peor, los muertos ascendían a 86. La historia de Jacobo fue un milagro de supervivencia, y lloramos su muerte días más tarde. No había más esperanza.

Desde entonces, todos los años, con el frío más crudo del año, con ese frío de muerte instalado en la calle Pasteur, fuimos en reclamo de justicia. A veces, vos no podías ir, pero mirabas atenta el noticiero y la convulsión que se armaba en nuestro barrio cada 18. Esos días, a mi judaísmo lo ejercitaba, aplaudía, con la misma fuerza que ponía para retener las lágrimas….. pero el enojo era grande.

Ya en la escuela secundaria, pedía permiso para ir a los Actos. Y seguía, una vez más, siendo y sintiéndome diferente.

Vos siempre nos contabas el “milagro” de la supervivencia de nuestro pueblo, ¿te acordás? De nuestros sabios, tu querido Freud, mi admirado Einstein…
Durante mi primer año del secundario, una vez, había que elegir un “personaje” digno de admiración. Mis compañeros elegían a Olmedo, a alguna cantante conocida. Yo, elegí a Einstein. No sé si realmente lo admiraba, sólo sabía que era judío, y eso, era suficiente: Él, me hacía recordar qué era.

Empecé esta carta contándote que de chica me hacía muchas preguntas: “¿Por qué hay judíos a quienes no les importa el judaísmo? ¿Qué es, en definitiva, el judaísmo? Si es un sentimiento… ¿Cómo voy a hacer para transmitírselo a mis hijos? ¿Podrán finalmente ellos sentir lo mismo que yo? ¿Cómo llegamos hasta donde llegamos? ¿Cuál fue la cadena ininterrumpida que hizo que yo hoy, te esté escribiendo una carta sobre esto?
Sunshine, la película… fue un antes y después. Salí del cine emocionada y te convencí para que la veas. Aquella familia judía húngara fue determinante para mí. Estaba la receta, ese “cuadernillo” de recetas que se perdía, estaba el gobierno de turno, las neocostumbres, el deporte de moda.. y cada día, así, sin darnos cuenta, nos olvidábamos de la receta. Esa receta es la Torá.
La familia Sooneschein, pasó a ser familia Sors: pasaron a ser jueces, deportistas. Pasaron a ser policías. Pero un día despertaron sin rostro… Sólo una pequeña llama, esa “abuela” Emily podía despertarlos… Ella sabía cuál era la receta del tónico familiar. Ese tónico que se tomaba y generaba armonía en el hogar. ¡Vos también volviste emocionada!

Lo sabía… Algo “había que hacer”, pero… “¡¿qué?!”.
Las idas y vueltas de la vida, las constantes incoherencias, me alejaban más y más de mi búsqueda. ¿Quién soy, de dónde vengo y adónde voy?

Hace un tiempo, decidí estudiar Torá. Esta vez intenté no hacerlo simplemente desde el lugar de una búsqueda de conocimiento intelectual, iba en busca de un conocimiento más profundo aún.
Encontré un moré, porque como dicen los sabios, “el maestro llega cuando el alumno está preparado”. Así que le dí para adelante... “¡Jazak Veematz!”, como diría el moré.
Hay noches en que trato de transmitirte lo que estudiamos, pero no siempre es fácil. Es por eso que hoy te escribo.
Hay cuestiones que ni sabemos que existen, pero no por ello, dejan de producir efecto. Desde que estudio Torá, empecé a entender lo que implicaba percibir la realidad, que cada uno la percibe como puede, que no podemos juzgar lo que percibe el otro, y que nunca llegaremos a percibir la totalidad. Pero sí podemos aspirar a ampliar nuestra percepción de la misma, a ampliar nuestra conciencia.

Porque ser judío implica esfuerzo, conciencia y responsabilidad. Tengo, gracias a vos mamá, un legado muy importante en mis manos. Un legado que fue transmitido ininterrumpidamente de generación en generación. Que hoy llega a mí, pero no lo hace pasivamente. Llega con una intención de acercarme a aprehender de mis fuentes, de las bases que constituyeron la esencia de nuestro pueblo. Con la certeza de que, para tener libertad y poder ejercerla, hay que tener límites. Con esa tibia luz que me hace empezar a visualizar lo que quiero para mi futuro, lo que quiero para mi familia.

Este verano pasamos un Shabat juntas, y sé que te es difícil de entender. Tal vez, pensás que son sólo ritos, costumbres sin sentido.
No sabemos todo lo que podemos lograr con una pequeña acción, con un pequeño ejercicio de nuestra voluntad. Vos siempre dijiste que te gustaba el cuento de Eduardo Galeano, donde se cuenta que el mundo es un mar de fueguitos…. Vos me decías que no querés ser un “fuego bobo” que no alumbra, que querés “encender a la gente”, iluminar. Bueno, de esto se trata, de permitir entrar un poco de luz, donde antes había oscuridad. No es fácil, mamá. Por lo que me enseñaron, primero hay que hacer espacio. Por eso me viste limpiar ya dos veces el “jametz” y por eso te insisto en que te deshagas de esas cosas “que no te sirven”. ¡Sabés que no me refiero a lo material! Me refiero las cosas con las que uno “infla” su vida, sus días, sus tiempos.

Sabés, mamá… La Torá no es un libro de historias antiquísimas. Es el legado de nuestro pueblo, es un manantial de vida que nos ayuda a tomar mejores decisiones, en la medida que podamos recibir sus enseñanzas. Sólo hay que activarla. Casi parecido al tema del “ello, yo y super yo” que me explicaste alguna vez. Bueno, se trata de dominar a “ese” que te dice con insistencia: “Rompé la dieta”.

Este año, te fui contando los beneficios del comer casher, que todo va a la sangre, que la sangre irriga al cerebro, y cómo esto influye en nuestra vida. Pudiste verlo y entenderlo y estoy muy contenta por ello. Es también poder separarnos de todo lo que nos rodea, nos quiere esclavizar… y elegir. Ser libres.

Aprendí también, las consecuencias del hablar mal de alguien (“lashón hará”); que las mitzvot son importantes, y que lo más importante es “no hacerle a los demás lo que no nos gustaría que nos hagan a nosotros”. Esto que te suena a frase hecha, es lo más difícil de lograr. Es difícil entender que no todo gira alrededor de nosotros, y tratar de reducir un “poco” ese ego que, para nuestra sociedad, debe ser tan “alto”.
El dar es importante, pero también el recibir. Vos sabes de eso mamá, siempre nos diste tu amor, tu consejo, tu experiencia. Y también siempre estuviste dispuesta a recibir lo mismo de nosotras.
Aprendí en este tiempo que no podemos vivir instaurados en el recibir.
El moré nos dijo una vez : “En hebreo no existe en verbo ser, yo soy cuando hago, por eso decimos: “ANÍ IHEUDÍ”, yo soy judío, pero sólo en la medida que en lo ejercite. En términos legales ordinarios podríamos decir que el judaísmo no prescribe, pero nos puede ir caducando. ¿Qué significa esto?
No prescribe, porque nunca dejamos en términos formales de ser judíos, siempre hay tiempo de retornar a nuestras raíces, a nuestras fuentes y conectarnos nuevamente con nuestra esencia. La caducidad, tiene por objeto que las partes en un juicio impulsen el proceso. Cuando no lo hacen, pierden esa oportunidad, que es única. Y hay que hacer todo de nuevo, perdiendo tiempo y esfuerzo. No podemos dejar caducar todo esto.

Vos siempre decís: “Somos pocos y hacemos mucho ruido”. Pero tenemos que hacer “ruido” del bueno, focalizarnos en nosotros, no perdernos en el abrazo de oso. Somos un gran pueblo, y tenemos que estar unidos como tal. A veces nos olvidamos el concepto de “Am Israel”. Tenemos que tener fronteras, esas fronteras de las que le hablo a papá para explicarle que tiene que respetar tus tiempos. Fronteras en nuestro actuar, en nuestro vestir, en nuestro exigir.

Yo le decía siempre a mi moré que no me gustaban los judíos “religiosos” como yo los denominaba, que usaban esos sombreros y esas vestimentas… tan anticuadas, que conocí a uno que no era tan buen tipo, que, que, que……Simplemente me respondió: “Yo no hablo de lo que los judíos hacen, sino de lo que nosotros tenemos que hacer como judíos”.

Aprendí también lo que significaban cada una de las fiestas en la que nosotros nos reuníamos. Que Pesaj es algo más que juntarnos a hablar de política y comer farfalej con pollo (eso también es lindo, pero podemos hacerlo todo el año). Que seder, significa orden, y que cada uno de los pasos del Seder de Pesaj tiene suma importancia, porque nos enseña cómo planificar un gran “salto” en nuestras vidas.
Vos siempre supiste, que había etapas para dejar atrás, que teníamos que avanzar. Que ser distinto tiene su precio, y que a veces es más fácil y segurizante quedarse donde uno está.
El padre de Abraham era un idólatra y Ds. le dijo “Lej, Lejá..”, ¡Véte! Ser hebreo, hibrí, significa “cruzar el río”, implica el poder pasar al otro lado y animarse a salir. A salir de la esclavitud cuando bajamos a Mitzraim ( Egipto), a salir de la idolatría en la que nos vemos sumergidos día a día. A salir de nuestros inteligentes convencimientos que nos llevan a caer en las mismas trampas. Al “qué más da” que nos inculcan a los jóvenes. ¿Sabías, mamá, que sólo el 20% de los iehudim se animaron a salir de Egipto?.¿Eran esclavos realmente? Por supuesto, pero atravesar el desierto es una experiencia que requiere de mucha fortaleza y convicción.
Ser judío también.
Vos mamá, siempre tuviste esa convicción al criarnos, al educarnos, al desafiar desiertos y tormentas. Vos mamá, nos educaste con criterio.

En este tiempo pude ver otras realidades: he encontrado familias humildes comiendo alegremente bajo una sucá instalada en un pasillo; empleados de traje y corbata leyendo tehilim; comerciantes corriendo tras un ramo de flores para adornar la mesa de Shabat, amas de casa con mucho carácter, estudiantes, cantantes, psicólogos, chicos alegres y otros no tanto. He encontrado actos de bondad y personas que han logrado un gran trabajo interno. Encontré una mujer sabia, encargada de hacer el sutil trabajo de guiarnos en la recolección de “huesos”, la esencia de nuestra búsqueda. He encontrado también grandes legalistas (de la ley judía-halajá), gente simple y jasidim exultantes. También me encontré con mis prejuicios, ¡en especial hacia los sombreros! Pude verlos.


Hace poco empezaste a utilizar el vocablo “mitzvá” al referirte a buena acción. Te ilumina venir y contarme que hiciste “una mitzvá” al ayudar a una niña que lo necesita, por ejemplo. Te escuché aquella vez y vi como irradiabas. Aprendí que las mitzvot sirven para exactamente eso: conectarte con el otro, con los otros, con D´s, y con vos misma, en definitiva. Que simplemente son límites sanos, que en definitiva nos ayudan a ejercitar nuestra libertad.
Rebelarse entonces, no es elegir qué cigarrillos fumar o dónde ir a bailar… Rebelarse es poder comprender, en el más profundo de sus significados: que “todo”, “absolutamente todo” es para nuestro bien. Entender la perfecta y armónica sincronicidad que existe en cada uno de los mundos, que existe aún más allá de los límites de nuestra percepción.

En este tiempo, he reunido algunas partes del gran rompecabeza, he encontrado algunas respuestas a mis preguntas, pero lo más importante es que surgieron otras. Nuevas preguntas que me motivan día a día a continuar en esta búsqueda que me lleva, al comienzo mismo de quién soy.

¡Gracias Mamá!

Tu hija.

silvifain@hotmail.com