17.12.07

¿Por qué uso Kipá?

Uno de los conceptos que más me impactó durante mis primeras clases de Torá es el efecto que provoca la comida kasher y sus brajot (bendiciones) en la persona. En esas primeras charlas me explicaron que la comida kasher es un alimento no sólo para el cuerpo sino también para el alma.

El cuerpo puede sobrevivir con casi cualquier tipo de alimento pero para que el alma esté “bien alimentada” necesita una dieta especial: la comida kasher.

En esa época yo estaba incursionando en diferentes disciplinas y me anotaba en todo los cursos de meditación que se me cruzaran. Fue justamente haciendo estas meditaciones que me di cuenta de la importancia que tiene conectarnos con nuestra parte más pura, nuestra alma.

Cuando escuché que la comida kasher es una dieta para el alma lo primero que quise hacer fue comprobarlo en carne propia. Las brajot son las que activan ese potencial que tiene la comida kasher para que el alma la asimile. Y, para decir las brajot, es conveniente tener la cabeza cubierta.

Empecé a comer kasher y a decir brajot pero, cuando no estaba en mi casa, se me complicaba tener la cabeza cubierta. Decir las brajot no era tan sencillo. Al principio lo solucioné con un par de buzos con capucha. Si en el trabajo me servía un té, me ponía la capucha rápido, decía la brajá y me sacaba la capucha. El problema llegaba cuando no estaba con alguno de esos buzos. Tenía que esperar a quedarme solo y ahí me cubría la cabeza con el brazo mientras decía la brajá lo más rápido que podía.

Si bien sabía que lo que hacía no era lo ideal era lo que podía hacer en ese
momento. No me sentía preparado para ponerme la kipá en el trabajo. Había empezado a estudiar hacía muy poco y sentía que tenía otros temas que resolver antes de decidir cubrirme la cabeza.

El primer paso lo pude dar cuando me di cuenta que no tenía que pasar de la nada a la kipá. Se me ocurrió llevar un gorrito a la oficina y así tendría el problema solucionado. Muchos compañeros de trabajo suelen usar gorrito así que no fue algo extraño que yo también empezara a usar. Pero ponerme el gorrito todo el día también me pareció un salto demasiado grande. Empecé a utilizar el mismo sistema de la capucha. Antes de comer o tomar algo, me ponía el gorrito, decía la brajá y al rato me lo sacaba.

En un momento se me presentó la posibilidad de cambiar de trabajo. Entonces pensé: voy a la entrevista con un gorrito. Hice mis cuentas. Si cambiaba de trabajo podía aprovechar la nueva situación para solucionar el tema de tener la cabeza cubierta.

El trabajo se concretó y a partir de ese momento pasé a formar parte de los judíos que van siempre con la cabeza cubierta. Estaba muy contento. Ya no me tenía que preocupar más por conseguir buzos con capucha ni hacer maniobras extrañas con mis brazos. Podía decir todas las brajot con tranquilidad.

Cuando ya me había acostumbrado a usar el gorro llegó una prueba que no esperaba.
Tenía el cumpleaños de un familiar y había que ir de traje. La gorra, entonces, quedaba descartada. Toda la gente que me conocía (mis parientes, mis amigos) sabían que yo me cubría la cabeza, porque siempre me veían con gorro sin importar si había sol, sombra, si estábamos al aire libre o en un lugar cerrado. Pero verme con kipá era otra cosa.

El tema no era sencillo. Si bien traje con un gorrito con visera no era una opción tampoco quería comer sin decir las brajot. Por mi cabeza desfilaban todos los posibles pensamientos de la gente si yo llegaba a aparecer con la cabeza descubierta: “Ah, este se hace el religioso tapándose la cabeza pero si tiene que usar kipá delante de todos no se anima”.

En este punto yo sentía que tenía una sola opción: ponerme una linda kipá y que fuera lo que D-ios quisiera. En la fiesta me sentí raro. Estaba orgulloso de haber podido blanquear que me tapaba la cabeza pero esperaba que toda la gente se acercara y me hiciera algún comentario, alguna pregunta. Nadie me decía nada. Ni un “¿Qué? ¿Te hiciste religioso”. No, nada.

Unos meses más tarde se acercaba Rosh Hashaná. A esta altura yo ya quería sacarme el
gorrito y usar kipá directo. Pero no sabía cómo iba a hacer en el trabajo. Volvieron a surgir todas las dudas. La gente me conocía con gorrito, no con kipá. Además, cuando entré a trabajar no dije que usaba kipá. Quizás no querían tener un empleado así. Yo tenía muchas reuniones y videoconferencias con gente de otras oficinas de Latinoamérica y me iba a sentir incómodo.

Llegué a pensar que si volvía a cambiar de trabajo ya podría empezar directo con kipá pero si seguía en la misma empresa cómo iba a hacer para explicar este cambio. Decidí dejar de dar vueltas en mi cabeza. Entre Rosh Hashaná y Iom Kipur tomé la decisión: termina Iom Kipur y me pongo la kipá. Si alguien me pregunta le explico que este año nuevo decidí empezarlo distinto y listo.

Terminó Iom Kipur, me puse la kipá y al otro día me fui al trabajo. Llegué tan temprano que fui uno de los primeros. Ya tenía todas las respuestas planeadas. Pero, como en la fiesta de mi pariente, la gente llegaba y no me decía nada. Yo pensé que quizás no se animaban a preguntarme. Quizás, unos días después, cuando hubiera más confianza, llegarían las preguntas. Pero tampoco fue así.

A los demás les daba igual mi kipá, mis brajot y mi kasher. Todo el conflicto y las preguntas, descubrí después, se desarrollaban más adentro que afuera. Era algo mío, algo para mí. Hoy estoy muy contento con mi kipá. Ahora intento decir que soy judío no sólo con mis pensamientos, mis acciones y mis brajot sino también con mi kipá.

2 comentarios:

Milka bat Kefas dijo...

Felicidades, muy interesante tu historia, es bueno quitar esos prejuicios que tenemos y dejar todo para servir a HaShem.

Shalom!!

Anónimo dijo...

Que increible, me paso algo similar, andar escondido tapandome la cabeza con el brazo, incómodo en la calle, esperando que nadie me vea.
mis colegas sabían que era judío, pero también les causaba extrañeza que fuera "religioso" y que no usara el "gorrito", creo que eso es lo más confuso para los goim. Un día me vine con alguien de la sinagoga, y vi como tenía tan bien integrado su judaismo con su trabajo, que decidí dar el paso: me quede con la kipa cuando entre a la oficina. Me miraban, y me miraban y no paso nada... estaba todo en mi cabeza. Baruj HaShem por el paso dado y ánimo a todos quienes quieren darlo, H' oz le amó iten! Jazak uBaruj a todos