9.2.07

La historia de Ester

BS’D

Ester nos manda un mail donde nos cuenta con mucha honestidad, transparencia y buen humor como su relación con el judaísmo se fue modificando con los años.

Leandro y Matias: ¡me recopé leyendo el blog y los quiero felicitar! Es una idea excelente y creo que es muy instructivo para los que se están acercando, para los que no, y para los que vivieron en algún momento situaciones parecidas.

Coincido con ustedes en que hace 5 años comencé a escuchar algo de Torá, y en estos momentos estoy cumpliendo con muchas de las mitzvot. Aunque aún no todas, sé que estoy en el camino correcto, y que hay cosas que aún tengo que asimilar.

Empecé prendiendo las velas de Shabat en mi negocio, cuando un chiquito de Jabad me lo sugirió y, como en ese horario trabajaba, las prendía y las dejaba ahí encendidas cuando me iba. Luego el sábado a la mañana volvía a trabajar esperando que no se haya quemado nada en mi ausencia.


Al mismo tiempo, me invitaron a escuchar las charlas para mujeres del Rab Serruya, los sábados a la tarde. Luego de algunos rodeos, acepté la propuesta. Mi marido estaba yendo a decir kadish, porque hacía un par de meses había fallecido mi suegra, así que buscó un templo ortodoxo, porque era el único que estaba "abierto" los domingos, día en que él no trabajaba.


Leer el artículo completo

Éramos tradicionalistas y sólo íbamos al Templo para las fiestas, nos reuníamos a comer para Rosh Hashana, y ayunábamos en Iom Kipur. En Pesaj no comíamos pan ni galletitas, sólo matza. En ese momento yo tenía 48 años, mi marido 49, y mis hijos, 18 y 22 años. Dos varones que hicieron la primaria en un "shule" y la secundaria en Ort.

Fue así como, después de un par de meses de escuchar algunas charlas, decidimos cerrar el negocio los sábados.


El primer sábado que cerré, estaba recontenta: no tenía que trabajar, podía descansar en mi casa. ¿Qué hice? Aproveché para ir a hacerme el color a la peluquería. Me senté en el balcón a escuchar radio y realmente no trabajé. Pero aún no sabía lo que era Shabat.


Todo fue muy gradual. Una familia del Templo nos invitó a la casa un viernes a la noche y la experiencia nos impactó. No fue sólo ir a comer. Me fui con la sensación de que había algo más.

También nos invitó el rabino Iosef Dlin, de Congregación Sefaradí de Lavalle: una hermosa familia con siete chicos en ese momento (ahora B'H son 8 hijos).


Nos empezó a gustar. Después de poco tiempo, teníamos muchas ganas de hacer en casa algo parecido pero, ¿cómo? Decidimos comprar carne casher. Comencé con algún que otro paquete de carne y lo guardaba en el freezer junto a la otra carne. Me daba miedo no poder seguir comprando casher por motivos económicos, así que teníamos los dos tipos de carne.


Luego uno de mis hijos sugirió comer carne casher en Shabat, y así hicimos por un tiempo. Enseguida, "limpié" mi heladera de carne taref y la reemplacé totalmente por la otra. Como vivimos en Once, era igual de sencillo comprar alimentos casher que los otros, así que casi al mismo tiempo, reemplazamos toda la alimentación: queso, galletitas, pan, etc.


No la tenía muy clara, pero me hacía poner recontenta. Ahora cuando iba a comprar, ya no eran todos desconocidos. Siempre me encontraba con alguien que me preguntaba cómo estaba, que me aclaraba alguna duda, que me invitaba a alguna charla. Parecía mentira pero disfrutaba haciendo los mandados.


De la misma manera, empecé a disfrutar más de mi familia, y de todo lo que tengo. De a poco comenzamos el camino de nuestra Teshuva, BH. Y sí, gracias a D' os, que me permitió dejar de lado todos los prejuicios que tenia hacia los "religiosos", que me permitió abrir mi mente y alimentar mi alma con palabras de Torá.


¿Cómo podía ser? Los religiosos, de los que todos escapan para no "contagiarse", me hablaban de ser buena persona, respetar a los padres, ayudar al prójimo, hacer caridad, ser modesto y humilde. ¿Por qué todos les escapan? ¿Será que esto es contagioso? ¿Será que si sigo escuchando voy a ir a comprarme una peluca? No, yo no quiero eso para mí. Yo quiero ser buena persona, ser buen judío, pero no quiero ser religiosa. Me lo decía a mi misma y lo comentaba con alguna amiga.


Pero, gracias a D' os, eso no impidió que siga yendo, y que siga escuchando. Y que muy de a poquito fuera cambiando cosas. Algunas grandes, otras chiquitas, pero todas con mucha alegría y felicidad.


¡Qué pena que tanta gente se prive de conocer esto tan lindo! ¿Por qué seremos así los seres humanos? Si nacimos judíos, ¿no sería lindo que todos eligiésemos vivir como tales? ¿Por qué a veces tratamos de que algunos ni se den cuenta que lo somos? ¿Por qué nos queremos parecer tanto a los demás y preferimos que nadie lo note?


Es porque no nos imaginamos ni por un momento, la hermosa sensación que se siente cuando hacemos algo que dijo el Creador del Mundo. Es porque no logramos imaginar la felicidad que se consigue al tener la total seguridad de estar haciendo lo correcto.


Creo que esa total seguridad no la hubiera podido conseguir jamás si esa elección hubiera sido porque me lo sugirió mi marido, mi madre, mi mejor amiga o la persona más admirada en nuestro grupo social. Sólo si D' os lo dijo, nos va a dar esa profunda tranquilidad de saber que eso es la verdad absoluta. En letras parece cursi y no convence a nadie. Lo sé. Pero yo lo viví. Y el judaísmo es algo vivencial. Yo sé lo que siento después de compartir una hermosa mesa de Shabat con mi familia. Charlando, comiendo cosas ricas. Sin compu, ni tele, ni música de fondo. ¿Es necesario ser tan extremista? ¿Para qué tanto? Yo también me lo preguntaba. Y prendía la luz, subía en ascensor, me planchaba una remera linda para ir a escuchar al Rabino, me secaba el pelo con secador después de una buena ducha, cosía el botón que justo se me descoció. Pero lentamente, me fui dando cuenta, que al privarme de hacer alguna de esas cositas en honor al Shabat, era el mismo Shabat el que cada vez se me iba haciendo más atractivo.


Gente cercana que siempre me había conocido de otra manera estaba asombrada. ¿Cómo puede ser? ¿Ya te lavaron la cabeza? No, contestaba yo, pero así es más lindo. Es algo que no siempre se entiende, va más allá de la lógica pero, cuanto mejor lo hago, cuanto más tiempo estoy con mi familia, con un buen libro, charlando con mis amigas, escuchando alguna charla de Torá parece que logro acercarme más a D'os y conocer mejor lo que Él nos quiere mostrar con el Shabat.


No los quiero aburrir. Podría escribirles sobre otros temas pero ya se me está haciendo tarde. Sólo quisiera que todos los que tuvieron la suerte de haber nacido judíos no se priven, por temor o prejuicio, de escuchar algunas charlas de Torá. Si tienen la posibilidad no la desperdicien.

Como escuché decir al Rabino Richard Kaufmann, esto no es como probar un chocolate, que en el primer momento ya te das cuenta que te va a gustar toda la tableta. Esto es diferente. Tenemos que "meternos" un poco en el tema y probarlo desde adentro, para saber si me va a gustar. Algo parecido a saber si me va a gustar tocar el violín. No basta con mirarlo de lejos: tengo que ir a varias clases, sentirlo de cerca, aprender un par de meses a no tenerle miedo. Sólo después voy a poder decidir si me gusta o no continuar aprendiéndolo.


Tengamos en claro que escuchar una charla de Torá no hace daño a la salud, no aumenta el colesterol ni el riesgo cardíaco, no engorda, no da canas ni acne, no deprime, es más barato que el psicólogo (no quita que a veces los podamos necesitar) pero nos va a hacer pasar un rato agradable, con formas de encarar nuestros problemas diarios y la vida cotidiana desde una óptica más confiable que, sin lugar a dudas, nos va a hacer sentir mejor.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Quería felicitar a Esther por su crecimiento pero sobre todo agradecerle sus hermosas palabras y las ganas de compartir su historia. Para variar se me escaparon unas lagrimitas porque siento esa misma felicidad y plenitud por estar en el camino correcto, creciendo y sabiendo que ésto es lo que Boré Olam (el creador del mundo) pide de nosotros.
Saludos!
Vero