27.12.06

¿Creemos en el “mal de ojo”?

BS'D
Reproducimos un artículo de la página de www.jabad.org.ar escrito por Aaron Moss

Pregunta:
Recibí una cinta roja de regalo de una amiga- ella la llamó “pulsera de Kabala” y dice que trae éxito y protección y además resguarda contra el Mal de Ojo. ¿Esto es verdad?

Respuesta:
No hay ninguna duda que las cuerdas rojas han traído un éxito asombroso… a las personas que los venden a 29 dólares cada una. La pregunta es acerca de lo que las cintas hacen por todos los demás.

Aunque no lo encontré escrito en ninguna fuente Cabalística, el cordón rojo es una antigua tradición. Se toma un carretel de hilo y se rodea siete veces la tumba de Rajel- nuestra Matriarca- en Bet Lejem, Israel, y entonces se corta en pequeñas cintas. Se dice de esto que da protección del “Mal de Ojo” a quien lo lleva en su muñeca.

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“Mal de Ojo” es el nombre dado a la energía negativa dañina que crean las personas que miran con envidia u hostilidad a otro individuo. Se supone que el cordón rojo desvía esta energía.

Ésta es una creencia ampliamente aceptada y cualquiera sea su fuente, parece bastante indemne. Pero el Talmud dice que el Mal de Ojo puede afectar sólo a quien se preocupa por él, considerando que lo deja tranquilo si la persona lo ignora. Así que esta forma es aun más eficaz (y más barata) de evitar el Mal de Ojo: es decir, olvidarse de que existe.

Si usted está preocupado de que algún poder siniestro tiene planes acerca de usted, hay otras soluciones.

La protección más poderosa contra las fuerzas del mal, es la fuerza de la bondad. Si el cordón rojo ayuda o no, no sé, pero definitivamente no es un reemplazo para la Plegaria sincera, la caridad generosa y la conducta moral.

Es ciertamente más fácil y menos exigente comprar un simple un pedazo de cordón. Pero el mundo no mejora como resultado de ello. Hay todavía energía negativa, sólo que no lo ha afectado a uno. Pero cuando aumentamos la energía positiva haciendo actos más generosos y sagrados, en lugar de desviar esas fuerzas, las estamos combatiendo y disminuyendo su poder.

Para alguien que vive una vida ética, el cordón rojo es nada más que un accesorio.

Por Aaron Moss

26.12.06

Psicología Vs. Torá

BS'D

Por el Lic. Hernán Moshé Wahnish *

1- Introducción

Si deseamos ensayar un análisis que de cuenta de los posibles puntos de compatibilidad o disonancia entre psicología y Torá, sería necesario saber que estamos frente a dos campos cuya relación está teñida por un mar de mitos y prejuicios. Un mar conformado por psicólogos y la comunidad observante. Ambos son portadores de una amplia gama de prejuicios originados por ideas y representaciones distorsionadas, y como es sabido, la ignorancia generalmente suele venir acompañada de una cuota de soberbia. De este modo, tanto unos como otros al relacionarse con actitudes prejuiciosas y descalificantes contribuyen a producir y reproducir un círculo vicioso que dificulta la interacción.

Por esta razón el objetivo de estas líneas es presentar los supuestos “conflictos” que más frecuentemente he escuchado de ambas partes y tratar de demostrar que tales “contradicciones” son sólo producto de la ignorancia y los prejuicios.

2- Prejuicios de los psicólogos hacia los observantes de la Torá

“Viven de acuerdo a dogmas incuestionables”

“Son muy cerrados, ya que están subyugados a un conjunto de mitologías e historias fantásticas”

“No pueden pensar por sí mismos, carecen capacidad de elección y espontaneidad, ya que todo tiene que ser como y cuando la Tora lo dice; incluso hasta en lo que respecta a las relaciones íntimas”

Por un lado hay que elucidar la cuestión de qué es realmente el judaísmo; buscando las definiciones en las fuentes genuinas, la Torá.

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Judaísmo no es una religión

Si revisamos la definición de religión en cualquier diccionario dice “culto que se tributa a la divinidad”, connotando una suerte de pago que se realiza hacia Di´s. Sin embargo, en el judaísmo todas las mitzvot (mandamientos) que se realizan son para el beneficio del ser humano, no son ningún tributo a la divinidad. Los sabios místicos dicen en el Zohar (el nivel más profundo de interpretación de la Torá) “no son 613 mandamientos, más bien son 613 consejos para el bienestar del ser humano en este mundo y en el mundo venidero”

Judaísmo no se basa en la fe

No hay nada más ajeno al judaísmo que conceptos como “actos de fe”, “dogmas” y “axiomas”. Hay un dicho popular que versa “creer significa no saber”. Cuando alguien dice “yo creo en Di´s”, no hay certeza. El judaísmo no pretende que la persona acepte a priori sin ningún cuestionamiento la existencia de Di´s y que la Biblia es sagrada, y hay una cantidad de referencias que hacen alusión a esto. El Rambam, Maimónides, en su obra cumbre el “Mishne Torá”, empieza diciendo: “El fundamento de los fundamentos y la columna vertebral sobre la que se reposa el Judaísmo es el daat”(el daat es un verbo que se refiere al ejercicio racional como método del conocimiento). Por lo tanto el objetivo es saber que Di´s existe y nunca creer ciegamente. Entonces llamarlo “una cuestión de fe” al judaísmo es desmeritarlo, cuando lo que pretende es que el ser humano analice racionalmente la existencia de Di´s, así como las evidencias de tipo científicas del origen divino de la Torá, y de ningún modo que acepte al judaísmo como dogma.

Ahora vamos a ajustar nuestros lentes para introducirnos en otro punto crucial que funciona como disparador de prejuicios en profesionales que no poseen un conocimiento serio de Torá ni un entrenamiento adecuado.

Esto lo encontramos en los recovecos más íntimos de la subjetividad del psicólogo; es decir, en su sistema de valores y creencias personales. Estos factores entran en juego cuando el profesional al tomar contacto con un paciente observante se encuentra frente a una persona que posee una cosmovisión casi diametralmente opuesta a la propia. Esto naturalmente le dispara una serie de pensamientos y emociones ambivalentes.

Toda esta dinámica de consonancias y disonancias se multiplica cuando el profesional es judío, ya que se suma un elemento identificatorio importante que le resuena en su interior: “¿Acaso él es más judío que yo?” “Si él tiene razón en su modo de vida…¿ entonces yo estoy equivocado?”

Estos elementos se tornan muy obstaculizantes para el profesional, que si bien sabe a escala teórica que debe reconocer y trabajar estas emociones y pensamientos, en la práctica se torna sumamente ingobernable.

Además, al profesional nutrido de las diversas corrientes psicológicas que surgieron en occidente, en un mundo cada vez más globalizado, homogeneizado y uniformado en cuanto a valores, creencias y modos de vida, le resulta a veces imposible distinguir los parámetros de normalidad-anormalidad, salud-enfermedad implícitos en las teorías psicológicas.

Estas confusiones se deben en gran medida a que en los manuales psiquiátricos (D.S.M IV) utilizados como modelos para clasificar los trastornos mentales, se apoyan en valores que están determinados por un factor cuantitativo; esto quiere decir que lo común y mayormente aceptado para la época, se asocia directamente con lo “normal”. Para poner un ejemplo, el caso de la homosexualidad es muy ilustrativo; en ediciones anteriores de los manuales se la clasificaba como una disfunción sexual, pero cuando la población “estándar” (el consenso social) ya no la interpreta como algo negativo, entonces deja de figurar en las nuevas ediciones del manual como una perversión y pasa a ser una elección posible y sana.

Siguiendo esta línea, si un paciente observante se presenta con alguna de estas cuestiones dilemáticas, el terapeuta no entrenado considerará como valores y patrones “normales” los que son estándares corrientes en el momento presente y “anormales” o “inadaptados” los que se desvíen de esos parámetros. Por lo tanto naturalmente el tratamiento estaría direccionado por determinados valores actuales, muchas veces contrarios a la Torá. Lo que es necesario e interesante recalcar es que estas consideraciones realizadas por el terapeuta son efectuadas de un modo inadvertido, ya que le otorgan significado a la realidad de acuerdo a sus mapas mentales arraigados y cristalizados en su persona. De ahí surge la dificultad para no quedar encandilado por los propios prejuicios al vincularse con un paciente observante.

3- Prejuicios de los observantes hacia la psicología

Los prejuicios y estereotipos que suelen tener en la comunidad observante se dividen en dos grupos. El primero se caracteriza por descalificar tanto a la psicología como a los psicólogos y el segundo grupo considera que no es necesaria la psicología.

Primer grupo:

“Los psicólogos están en contra de la Torá

“No mandamos gente a los psicólogos porque los hacen dejar de cumplir Torá”

“Freud era un pervertido y todas sus teorías son kofrut” (enemigas del judaísmo)

En primera instancia, se puede decir que todos estos prejuicios están sustentados por un desconocimiento o en un entendimiento distorsionado de las teorías psicológicas. Por eso para derribar estos falsos supuestos es necesario arrojar luz sobre algunos lineamientos generales de la psicología en general.

Más allá de definir cómo las distintas teorías psicológicas (Psicoanálisis, Cognitivismo, etc.) conciben al ser humano, y si a partir de ello entran en conflicto con la Torá, o no; vamos a eludir esa cuestión dejándola para un futuro análisis, y abordaremos directamente lo que ocurre en la práctica clínica.

Las técnicas de tratamiento psicológico son, como lo sugiere el nombre, herramientas de trabajo y por lo tanto no tienen la intención de transmitir o impartir valores morales. Los terapeutas tienen instrucciones precisas de no anteponer sus valores personales a los del paciente y de tomar como referencia los modos de vida y hábitos propios de la comunidad en la cual el paciente está inmerso. Por lo tanto, vemos que a priori no se presenta ningún conflicto entre la psicología y la Torá.

Los conflictos pueden presentarse cuando el terapeuta pierde la neutralidad (posiblemente por los motivos descriptos con anterioridad) y comienza a introducir valores personales en la terapia. Por ejemplo si un profesional atiende a un baal teshuvá (retorno a los valores tradicionales de la Torá) y éste le comenta que decidió no mantener relaciones íntimas hasta el matrimonio, el terapeuta no debería calificar esta costumbre como “extremista”, ni buscar las causas de este hábito en un supuesto “conflicto sexual no resuelto que lo condujo a una inhibición severa”, sino más bien debería acompañar a su paciente en su camino elegido. Pero lo importante de subrayar es que a pesar de escucharse casos como estos, no son un argumento suficiente como para sostener la incompatibilidad entre la psicología y la Torá, ya que se tratan de errores cometidos por los psicólogos y no por la psicología en sí misma.

Por eso es necesario siempre hacer esta distinción y no confundir a la psicología (como ciencia) y el proceder, a veces equivocado, de algunos psicólogos.

Una vez superados estos puntos que aparentaban presentar roces, podemos dar un paso más y acercarnos al segundo grupo de prejuicios.

Aquí se desestima a la psicología tildándola como innecesaria, por ejemplo:

“La mejor psicología es la Torá

“Si uno sigue la Torá no debería necesitar un psicólogo”

“No tiene ataques de pánico, lo que tiene es poca emuná”

Para derribar estos prejuicios, es necesario adentrarnos en lo que dicen las autoridades actuales con respecto a cuándo de debe consultar a un profesional en psicología. Tal como lo explica el Dr. Rab. Twersky, una de las figuras más reconocidas sobre psicología y Torá, en su libro “Hagamos un hombre” (Ed. Yehuda, Bs.As. 1996) “El hecho de que la Torá exija que uno busque tratamiento competente para las enfermedades significa que aunque recemos a Di´s pidiendo ser sanados, no debemos descartar la ciencia de la curación común. La enfermedad psicológica no es una excepción y cuando existe una enfermedad emocional legítima que puede responder a un tratamiento adecuado, debe optarse por este último”.

4- Conclusión

Hemos expuesto los mitos, estereotipos y prejuicios que con mayor frecuencia se presentan de uno y otro lado; enunciamos la hipótesis de que éstos se originan en gran medida por falta de conocimiento o por modos inadecuados de comprender determinados aspectos claves de ambos campos. Luego tratamos de introducir la información necesaria para encontrar perspectivas alternativas que permitan superar los supuestos “conflictos”. Así pudimos dilucidar que no se trataban de “conflictos”, sino más bien de una profunda ignorancia nunca advertida por las partes.

*Licenciado en Psicología Universidad de Bs. As. Terapeuta del Centro Neshama y de Guemilut Jasadim

13.12.06

El valor de educar

BS’D
Publicamos un artículo escrito por Natalio Steiner, Co-director de la publicación Comunidades

"No creo que la amenaza a nuestro porvenir este en las bombas ni en los proyectiles dirigidos. No me parece que esta, nuestra civilización, morirá así. Opino que se extinguirá cuando a nosotros nada nos importe; cuando mueran en el hombre las fuerzas espirituales que le hacen acatar la razón y proceder con nobleza. 19 de 21 civilizaciones notables han muerto por causas internas y no por conquista exterior. No decayeron al son de trompetas y al ondear de banderas sino en el silencio y la oscuridad sin que nadie se de cuenta de ello". Esta magnifica cita corresponde a un artículo del educador británico Lawrence Gold, publicado en 1959 en la revista Selecciones.

Esta reflexión general bien podría llevarse al campo particular del pueblo judío.¿Bajo que sones se perderá la civilización judía? ¿Bajo que trompetas caerá un pueblo milenario?. La asimilación, la desjudaización, ese enemigo silencioso y al acecho del que nadie quiere hablar, es la amenaza global más grande a la condición judía.
En no pocas veces que he viajado al Interior a dar conferencias, algún orgulloso dirigente me empieza a hablar de su abuelo que era un prestigioso rabino. "No me hable de su abuelo", le digo, "hableme de su nieto". Los judíos tenemos la pasión de anclarnos en el pasado olvidando el futuro.

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La Hagada de Pesaj nos habla de los famosos cuatro hijos, entre ellos el que no sabe que preguntar(sobre su tradición). En verdad hoy debiera hablarnos no de este hijo, ya que los hijos preguntan, sino de los padres que no saben lo que responder (sobre judaísmo). Es este un símbolo de la época: no conocer la identidad, licuarla, diluirla. Todo da lo mismo.

¿Serán judíos nuestros hijos y nietos?. Esta es la pregunta central que como judíos debemos resolver. 2.000 años de persecución quedaron atrás (aunque el antijudaísmo no desapareció) y ya no somos más judíos porque hay antisemitas que nos recuerdan nuestra identidad. Antisemitismo hay y habrá pero el problema es educativo. Como padres debemos preguntarnos:¿Para qué ser judíos?¿Por qué hay que estudiar para ser judío? y como docentes nos deberíamos preguntar ¿por qué nuestros jóvenes abrevan antes en culturas ajenas que en la propia? La festividad de Januca, palabra cuya raíz hebrea proviene de educación,es oportuna para pensar en esto. El ex gran rabino de Israel, el rabino Israel Meir Lau dijo una frase muy impactante hace ya varios años luego de visitar Argentina: "La generación anterior sabía rezar pero no lo hacía; hoy aunque quisieran, no sabrían". El mal llamado judaísmo laico le ha quitado al judaísmo su tradición y lo dejó desnudo de preceptos propios. Hoy pagamos las consecuencias.

Existen judíos en más de 150 países del mundo y el 90% de ellos viven concentrados en 22 países democráticos. El 50% en 10 grandes núcleos urbanos. Las únicas comunidades del mundo que crecen judaicamente son las de Canadá, España, México, Alemania e Israel. Las primeras cuatro por causas migratorias y la última por mayoría judía obvia. Es evidente que esta declinación judía debe combatirse con una educación judía desde las fuentes y que tenga como eje el hogar, la comunidad y el estado judío. El judaísmo es una forma de vida y el judío debe adaptarse a los desafíos pos-modernos sin cortar raíces. Un árbol con raíces fuertes resiste el temporal más violento. En este siglo signado por la globalización será judío sólo quien elija serlo y lo ejercite. Ya no alcanza con el sentimiento sino hay vivencia tradicional.

El secreto de la supervivencia judía han sido cuatro mil años de equilibrio entre tradición y cambio. No hay formula mejor. Es hora de implementarla.

Januca Sameaj; que el aceite de la continuidad judía continúe ardiendo.